Viaje al centro de la nada

Pablo Casado lleva tantos viajes al centro que parece un cabify. Se habla mucho del centro, como del populismo. A diferencia de este concepto, algo difuso y tan manido que no se sabe muy bien qué significa a pesar de tantas voces ilustres como se empeñan en interpretarlo, persiste la pregunta: ¿qué es el centro? De primeras se entiende por centro lo que no es ni derecha, ni izquierda. Bien, pero esta es una aproximación demasiado vaga porque, ¿qué es la izquierda y qué es la derecha? En el colegio se nos decía que cuando no se sabía cómo definir algo lo mejor era compararlo con otra cosa y deducir qué era a partir de lo que no era. La izquierda, cuando las revoluciones liberales en Europa occidental, empezó siendo una amalgama de liberalismo clásico y pulsiones protosocialistas, entreveradas de autoritarismo sanguinario y colectivismo. La izquierda contemporánea se sabe algo mejor qué es lo que es: aquello que se dice socialdemocracia pero que en realidad, tras la caía de la Unión Soviética, no es sino la sumisión a una economía de mercado que hiperregula lo micro (la panadería de la esquina, la pyme del cuñado, etc) y se prosterna ante los leviatanes globalistas y transnacionales de lo macro (Amazon, Facebook, Google, etc).

Bien, entonces, ¿qué es la derecha? Por derecha siempre se entendió lo reaccionario, lo conservador, lo rancio y lo casposo, lo que se proclama heredero orgulloso del Antiguo Régimen, en oposición de lo liberal, es decir, del mundo que nace en 1789. En Inglaterra todavía se mantiene, siquiera nominalmente, la diferencia: existen los tories, conservadores, y los whigs, o sea, los liberales. Pero eso ya no lo comprende nadie y en nuestros días se da la curiosa paradoja de que por derecha se deducen ideas eminentemente revolucionarias, liberales y burguesas, como la soberanía nacional, la indivisibilidad de la nación, la separación de poderes, el capitalismo, la presunción de inocencia, el monopolio de la violencia, el imperio de la ley y todas esas cosas. O sea, todo lo que el humor de Estado, coto privado de caza de la izquierda Movistar, del Grupo PRISA y de Mediapro, se encarga de decirle a la chavalería por tierra, mar y aire, que no mola. Que es mierda. Que es feixiste.

Entonces, ¿qué es el centro? Según se colige de sus propias palabras, para Casado el centro es una abstracción vinculada a la moderación. Si los revolucionarios franceses adoraban a la Diosa Razón, en España la partidocracia, tras desgastar el santo de El Consenso, tiene ahora en la Diosa Moderación su fetiche más celebrado. Se escucha mucho: en España no gusta lo que se percibe como «muy radical», lo altisonante, lo grotesco. Pero entonces, ¿cómo se come que Pedro Sánchez gane las elecciones, o que tanta gente vote a Pablo Iglesias o a Bildu? A lo mejor lo de la moderación sólo funciona en un sentido, vaya usted a saber. ¿Y el centro es, sencillamente, eso, «lo templado, que evita el exceso»? Así define el DRAE el verbo moderar, aunque ya se sabe lo que escribió San Juan en el Apocalipsis, «yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». Casado echó a Cayetana Álvarez de Toledo de la portavocía parlamentaria de su grupo porque según las lumbreras de Génova 13 el partido debía virar al centro. Cayetana, entendida como ultra por los enemigos políticos del PP, o sea, por la izquierda, era demasiado derecha, es decir, demasiado intolerable para los cánones por los que se rige la moral y la conversación pública en la España de 2021. Pero si uno se para un poco a leer y a escuchar a Cayetana Álvarez de Toledo, en modo alguno se puede decir que defienda algo ultramontano, como se decía en los tiempos de las guerras carlistas, cuando, allí sí, tenían clara la diferencia entre la izquierda y la derecha. Pero como en España nadie lee nada y lo confunde todo, Cayetana, una jacobina como la torre de un castillo, que no para de hablar de naciones cívicas y cosas por el estilo, pasa por una recalcitrante facciosa. A lo mejor el centro es todo lo que al PSOE, que es el muñidor de lo que el español medio cree, le conviene según el día. Y la hora.

Tuitea Casado lo que podría ser un acercamiento doctrinal a su idea del centro: «regeneración y honestidad, libertad individual e igualdad de oportunidades, Estado de Derecho y nación, propiedad privada y libre mercado». Es curioso que diga eso de la nación cuando en plena campaña electoral catalana se refiriera con disgusto a la acción policial con la que el Ejecutivo de Rajoy, a instancias de una orden judicial, quiso impedir el referéndum ilegal de independencia (el mayor ataque a la nación desde la invasión del duque de Angulema y sus cien mil hijos de San Luis) el 1 de octubre de 2017. Casado abomina de «aquellas imágenes» supongo que por resultar «duras» y poco «moderadas». Hay que tener en cuenta que para los tiempos que corren cualquier demostración de autoridad, por tibia que sea, supone una rasgadura de velo, algo intolerable para las legiones de analfabetos con titulación universitaria que conforman el rostro de nuestro tiempo. De las otras ideas rectoras de su pensamiento expuestas en el tuit de arriba sobra decir que, siguiendo con el botón de muestra catalán, su fórmula para defenderlas eran emoticonos y hablar mucho de gestión y «de lo que de verdad importa a los españoles». Eso, en un momento en el que los partidos del Gobierno y su colla de aliados se dedican concienzudamente a demoler la soberanía nacional, el imperio de la ley, la igualdad entre los españoles, los pilares de la economía, la certeza biológica, la libertad de prensa y la independencia de los jueces. Cuando asumes el lenguaje y las reglas de alguien que no es adversario, sino enemigo que busca tu eliminación civil (antesala siempre de la eliminación física), parece claro que tu alma pertenece ya al diablo y la derrota resulta inevitable. Entonces, ¿qué es el centro? Se parece mucho, creo, a un escondrijo.

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