Por Diana Cazadora, enviada especial de esta página en El Parnaso.
-Me llevarás, ¿verdad papi?
– ¿Dónde?
Oscar estaba distraído. De dónde ‐se preguntaba él‐ habían sacado sus hijos la manía de llamarle “papi”, que era como un padre descafeinado, un padre que no era él, un padre moderno de esos, qué poco le gustaba, pero ¿qué podía hacer? ¿Decirle “Marcos, hijo, llámame papá”? Marcos se habría reído, o peor, se lo habría dicho con todo el tonito graciosete, total, ya tenía 10 años y había heredado su cabezonería y sus ganas de pitorreo. Se quedó perdido en este pensamiento sin, por un momento, atender a lo que le pedía su hijo; entonces fue consciente y pensó en que momento me puse pesadito con el futbol, la camiseta del Madrid, venga a ponerle partidos, venga mira a Modric qué cosas hace, madre mía qué bueno es Cristiano, y otra Champions. Cada año una final, envidiaba lo que creía que su hijo no valoraba, cuatro Champions, como un viejo le repetía “no sabes lo que es esto”. Claro que no lo sabía, estaba aprendiendo a vivir, no sentía como él el milagro de no caer en octavos, de no salir humillado de Alemania, no tenía ni idea. Marcos le estaba pidiendo ir al primer partido del año, el Día de Reyes, y pensó que esa podía ser la guinda a una Navidad buena, familiar, con todos sus hijos, pero quién sabe si quedaban entradas, siempre se agotaban, y había que encargar a los Reyes regalos para todos los hermanos, que no vamos sobrados y todos quieren su regalo. Ese Real Madrid – Getafe era lo que Marcos quería, a toda costa, llevaba desde primeros de noviembre pidiéndoselo.
-Bueno, mira, a ver qué notas traes, le dijo Oscar guiñándole un ojo.
Marcos se sorbió los mocos y se limpió las lágrimas con la mano.
Habían sido las navidades más tristes y extrañas de su corta vida. Su padre tuvo un accidente el 28 de noviembre, así que les llevaron a pasar las vacaciones en casa de su abuela, en la calle Libertad, mientras su madre acompañaba a su padre en el hospital.
Como era el mayor le contaron que estuvo en estado crítico –eso qué es, cuándo vuelve mi padre– después le contaron que se fue el 1 de enero, como dejando el año vacío ya desde el principio.
Era la mañana de Reyes y su madre le había pedido un esfuerzo por sus hermanos pequeños, que abrían regalos con la misma ilusión de siempre, su padre aún era una presencia para ellos, no se daban cuenta de nada.
“Marcos, este sobre es para ti, de papi” le dijo su madre. Dudó si abrirlo. Cómo no lo iba a abrir.
Allí estaban, dos entradas lisas y brillantes para el Real Madrid – Getafe de esa misma tarde.
No pudo hablar, sintió un nudo que le ahogaba.
Iba a decir “mira, mami, las entradas”, pero las palabras se perdieron en su mirada inundada de lágrimas y, sin saber por qué, vió a Benzemá yéndose de tres tíos del Atleti, nunca recordaba los nombres, en la línea de fondo del Calderón.