Cuentos de la cuarentena (9)

#9 GLAUCO

Te han dicho que los dioses ya no existen, pero es mentira. Te han dicho que la luz eléctrica y la máquina de vapor consiguieron por fin extinguirnos. Y tú te lo has creído. Que lo poco que dejó por detrás la guadaña del dios del libro se lo llevó la energía atómica. Pero es mentira.

En cada claro de luna, ahí estoy yo. Levanta los ojos al cielo y no verás nada. Escruta con ellos la sombra y siente ulular al viento: ahí es donde te espero. Mis ojos glaucos de mochuelo han visto arder ciudades, morir reyes, derribar imperios, perderse en el infinito negro del olvido a hombres, tesoros, ideas. También te han visto a ti.

En la daga que atraviesa el corazón del emperador desnudo; en el veneno que mutila las entrañas del miserable que está hambriento; en el destino funesto del poderoso que se ufana, en la proa del barco que hiende el mar de lo que no se conoce: te han dicho que ya no existo, pero no es verdad, pues en todas partes me poso inadvertido. Y observo. Encima del dracma de plata con el que cada crepúsculo compráis el derecho a vivir otro día, musito una plegaria que no entiende nadie. Las palabras viejas se han borrado de los libros antiguos, que ya sólo son hojas. Nadie canta aquellas otras canciones que están escritas en las piedras.

Pero la música sigue sonando.

Os han dicho que hemos desaparecido y por eso ya no nos veis. Nos habéis olvidado en vuestras oraciones. Nos habéis sustituido por númenes sin cuerpo cuya vida ininteligible se desarrolla muy lejos de la de los hombres. Nuestras imágenes han sucumbido al vértigo del tiempo. Nos habéis convertido en ceniza. Pero yo aleteo sobre las balas de vuestros cañones. En la copa de un árbol he asistido a todas vuestras matanzas. Levanté el vuelo con el suspiro del último moribundo. En la chimenea de los crematorios, sólo estaba yo. Los dioses del desierto estaban sordos, ciegos y mudos. Yo os vi morir. Yo os oí rezar.

Te han dicho que el mundo es un lugar vacío. Que es un palacio en ruinas, despojado de toda poesía. Te han dicho que es imposible hablar con los dioses. Pero es mentira. Tu estatua no ha sido derribada. Tu templo no ha sido proscrito. Yo permanezco en ti. Yo vivo para siempre.

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