#5 THE KILLERS
Un miércoles de febrero por la noche, dos hombres entran en un bar. Una persona, al fondo, ve un Leganés-Madrid. Los dos hombres piden un coñac y sacan un revólver, que hace un ruido sordo al chocar con la chapa del mostrador. Acaba el partido mientras apuran la bebida, sentados en dos taburetes altos. El otro, despatarrado en una silla metálica frente a una pantalla grande colgada en la pared, se levanta por fin, desganado. A su lado, en un velador metálico, un vaso de café vacío y el papel roto de un sobre de azúcar parecen dialogar acerca de la muerte. El hombre mira por última vez el televisor y menea la cabeza. En la pantalla, los jugadores del Madrid, de negro, salen del campo con la cabeza baja. Han perdido, 1-0. El hombre se gira hacia los que beben el coñac.
-Podríais haber venido hace dos horas.
Chasquea la lengua. Los otros se ponen de pie y se acercan. Uno se guarda la pistola en el cinto y el otro hace un gesto con la cabeza hacia la puerta. El hombre los mira, riéndose.
-Me habría ahorrado esta puta mierda.
Camina hasta la barra. El camarero lo mira muy serio y no abre la boca. Suena de fondo la voz del locutor, que entrevista al capitán del Madrid. El hombre se mete la mano en el bolsillo; como un rayo el del revólver se lleva la suya al cinto y su compañero le toca el brazo. El hombre aguarda un instante, sonríe y saca la cartera. Saca un billete de 50 euros y lo deja encima de la barra.
-Cóbrate lo mío y lo de estos señores, Paco. Quédate con el cambio.
Vuelve a sonreír, resignado.
-Por las molestias.
Mira luego a los otros dos y les hace un gesto, hastiado. Los tres hombres salen del bar en silencio. Paco estruja el billete, trémulo. Lo piensa mejor y se calma. Lo estira con cuidado y lo dobla con mimo. Luego lo mete en la hucha de su hijo, que lo ha visto todo desde la repisa de los licores con sus ojos de yeso pintado y su sonrisa diabólica, pero no ha dicho nada
Cartas del Mediodía 