There is no hiding from this, son

¿En qué momento uno pierde el hilo de la vida? Hay quien dice que la Navidad es la quinta estación del año y tiene mucho sentido puesto que consiste en una cápsula de tiempo ahogada en burbujas, donde es obligado participar de una alegría universal. La Navidad tiene además una cualidad de espejo, revela de manera exacta la arruga bajo el maquillaje porque es una fotografía del trecho de la senda por la que vamos cruzando el bosque. ¿Qué ha cambiado? Probablemente, nada. Yo soy el que ha cambiado. ¿En qué lugar, en qué momento perdí la inocencia? No me refiero a ser naïf, sino a esa capacidad, arma poderosísima, de transformar el paisaje de la vida con una sonrisa: esa voluntad de tunelar el dolor y hacerlo transitable. La alegría es la única emoción que no se puede impostar, ni siquiera bebiendo. Avanza uno en el camino de la vida y deja de contemplar el mundo desde una atalaya sobre las nubes. La visión general era un ensalmo que la vista de lo concreto siempre difumina. El mundo ha perdido el color. Lo que encuentra  uno al descender de la atalaya es un campo de batalla despojado de todo por lo que creía merecer la pena luchar, allá en aquellos otros años. Abrí la cortina y detrás no había misterio. No había nada, sólo desmemoria, ruido y un chaparrón de días interminables repletos de cansancio.

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