El catalanismo y VOX

Leyendo el magnífico Populismos. Una defensa de lo indefendible, de la profesora francesa Chantal Delsol, he encontrado, por fin, el argumento con el que distinguir de forma quirúrgica a VOX del catalanismo, entendidos (falsamente, en mi opinión, como procedo a demostrar) ambos como nacionalismos equivalentes (puesto que la nueva especie, de gran éxito en nuestros días, es equipararlos; una floritura estupenda que permite a mucha gente exhibir limpieza intelectual ante el común. ¡No sea que nos confundan!).

Compara la profesora Delsol las raíces filosóficas, doctrinales e ideológicas de nazismo y comunismo:

«El nazismo no se reveló como un conservadurismo, a pesar de los argumentos negativos que esgrimió en su origen contra los callejones sin salida de la modernidad, porque se desinteresaba de la Historia y vino rápidamente a fundar la naturaleza del hombre no en el arraigo de las costumbres ni en las exigencias de una condición, sino en la pura biología (y además una biología inventada, pero esa es otra cuestión). Frente a las sofisticaciones de una cultura que acusaba de decadente, vino a promover pues la rehabilitación no de una cultura más antigua, que estuviera más adaptada a lo humano (como haría el conservadurismo) sino de una naturaleza puramente física, convertida en abstracta a fuerza de reducción y de simplismo. En eso el nazismo es una ideología, puesto que apela a la realización de un concepto y al supuesto regreso a una situación inventada para la causa, que no había existido jamás en el pasado, sino en un pasado mítico contado a base de fábulas delirantes».

El nacionalismo es un fruto de la Modernidad sin embargo emparentado estrechamente con lo que la profesora Delsol describe como «particularismos» (exaltaciones de la diferencia) de origen premoderno; no hay más que acudir a los manuales de Historia y rastrear la huella racista y biologicista del catalanismo desde su misma fundación (hasta, sin ir más lejos, el actual presidente de la Generalidad, un hombre que puede considerarse sencillamente como el hijo tonto del pujolismo) para advertir lo que el catalanismo, en tanto ideal puramente moderno, debe a monstruosidades que podríamos catalogar opuestas radicalmente al conservadurismo como las teorías raciales del siglo XIX: pretende fundar una república catalana independiente sobre la ilusión (largamente pergeñada durante los últimos ciento cincuenta años) de una vieja Cataluña pura libre anclada en un pasado inventado. La misma noción de Cataluña como nación ancestral echa sus raíces en la ruptura de la Modernidad, cuyo afán absoluto comienza con una «reinvención de la realidad», en palabras de Delsol: esa realidad es donde se asienta el conservadurismo y la racionalidad totalitaria emanada de la Modernidad se aplica en primer lugar en «reinventar la historia de la realidad», «prestando siempre a los actores del pasado intenciones que no tenían, introducir unas finalidades allí donde las cosas se han desarrollado bajo la influencia de experiencias o reflejos naturales».

La nación histórica, entendida como un proceso secular accidental, se yergue por tanto en viga maestra del conservadurismo, por cuanto tiene de anclaje en la realidad premoderna. VOX, en todo caso, apela a esa nación, una nación, siguiendo con los términos de Chantal Delsol, particular (opuesta a lo universal, sustrato filosófico de lo moderno) en tanto que real. Una nación que es consecuencia de un proceso histórico empírico, comprobable, observable, a diferencia de los disparates darwinistas que articulaban el racismo y las ideas eugenésicas espectacularmente de moda en el siglo XIX.

El catalanismo nace en la otra orilla, en la orilla de la Modernidad.

De VOX se puede decir entonces, atendiendo siempre estrictamente a su programa político, que es un partido conservador. La España viva a la que apela es, como dice la profesora Delsol, una sociedad que recela de «los callejones sin salida de la modernidad» y busca una alternativa pragmática en «la rehabilitación de una cultura más antigua», más «adaptada a lo humano». Esa España viva, hace falta recalcarlo, es una España que ha de sujetarse y atenerse a las leyes vigentes. Esta diferencia, que suele soslayarse sin disimulo en el juicio ideológico de VOX (y su comparación con los otros nacionalistas), personalmente me parece capital.

El catalanismo, por contraste, «a ojos de un conservador» es un nihilismo y cito a Delsol (que se refiere al nazismo): «en el sentido de que preconiza la tábula rasa, somete todos los valores de la civilización, rechaza con ardor la menor norma, comprendidas las morales, defiende el positivismo jurídico y exalta la violencia desnuda». Véanse las «leyes de desconexión» aprobadas por el Parlamento de Barcelona en septiembre de 2017 o los sucesos de los primeros días de octubre y entiéndase el desprecio absoluto por la civilización y las normas, el aprecio del catalanismo por el positivismo jurídico y la violencia desnuda. 

Cierra el epígrafe Chantal Delsol con esta precisión donde aclara qué :

«El nazismo representa una conceptualización ideológica elaborada para dar más valor a una particularidad enteramente inventada».

Si hacemos el ejercicio (puramente deportivo, que nadie se asuste) de sustituir nazismo por catalanismo, lo entenderemos mejor.

«El catalanismo representa una conceptualización ideológica elaborada para dar más valor a una particularidad enteramente inventada».

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