Crónicas del sur de España #11

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#11 Once años después

Esta es la undécima crónica o croniquilla de esta serie que me ha dado por escribir y da la casualidad de que once son los años que llevaba persiguiendo esta edición de Guerra y paz. Era al principio de yo vivir en Sevilla, tenía muy poco dinero y daba paseos absurdos alrededor de la ciudad, pasmado ante la solera que rezumaban los sitios y las piedras. De vez en cuando entraba en la librería de El Corte Inglés y me quedaba mucho tiempo mirando las ediciones, manoseándolas, a lo mejor, no lo recuerdo bien, pretendía sin quererlo quedarme con algo de todo aquello, ya que no lo podía pagar, a lo mejor que se me impregnase el sentido de aquella ordenada maquetación, de la piel tranquila de los libros, en fin, no sé, se estaba bien allí, agradablemente, no había ruido, otros individuos solitarios y algo raros como yo vagaban por los pasillos mirando también los libros, me gustaba dejarme caer por allí de higos a brevas. Esta edición de Guerra y paz me llamó la atención desde el principio. Por lo compacta y por la tapa, claro. Ese soldado que vocea con la cabeza vendada. Es imposible no sentirse algo identificado con él. Todos estamos heridos y habitamos un campo de batalla. Gritamos por hacer algo, quedarnos en silencio nos parece ridículo, sin darnos cuenta de que todo es ridículo y de que de un momento a otro un cañonazo nos barrerá y adiós muy buenas. Gracias a Wallapop he podido al fin encontrarla, por cinco euros más gastos de envío, la globalización y el tecnocapitalismo están destruyendo los puentes de sujeción del Estado-nación y las redes de seguridad del pobre pero por otro lado también nos ofrecen oportunidades para regocijarnos con los bienes del mundo, no todo va a ser malo. Estos días prenavideños son algo raros, siempre he amado la Navidad, es una época de alegría, que sea forzada en muchos casos no le restaba para mí ningún atractivo, pero este año mi cuerpo no la desea, es así y eso sí que no puede forzarse. Las ausencias ocupan un espacio físico en Navidad, más que nunca y no es un contrasentido: la oquedad del cráter indica que en efecto falta tierra y que el bombazo la hizo saltar por los aires, desintegrándola. Es un proceso por lo demás interesante el del cuerpo humano asimilando un impacto, nadie sabe muy bien en qué consiste pero algunas manifestaciones revelan extrañas combustiones internas que uno no puede controlar. Mientras tanto mi generación, la primera generación española nacida y criada literalmente en la opulencia, hace un ridículo histórico, sobre todo en Andalucía, con motivo de las últimas elecciones regionales: un ridículo pasmoso, manifiesto, inobjetable; la demostración absoluta del triunfo de la centrifugación del 78, de la antinómica redacción de la Constitución, que abría de par en par la puerta a la destrucción del Estado-nación más viejo del mundo, quizá no literalmente pero comparar Dinamarca o incluso Portugal con España en términos históricos es un poco de broma, no hay ni el menor ápice de patriotismo en esto. En fin, ahí están, las mentes mejor cuidadas de mi época, viajadas, conocedoras del mundo, formadas en universidades, exhibiendo una impúdica ignorancia. Al menos nos queda el sol de invierno, ya hace frío en la costa noroeste de la provincia de Cádiz, pero aún es posible pasear durante las horas centrales del día con una camiseta y una sudadera encima, incluso llegar sudando impertinentemente.

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