Propaganda electoral (2)

Continuando con el escrutinio de los sobres de propaganda electoral que de algún modo terminaron en mi mesa el otro día, sigo con el de Adelante Andalucía, esta coalición formada por Podemos, Izquierda Unida, Izquierda Andalucista y Primavera Andaluza:

El sobre está todo coloreado de verde, con la imagen de fondo resaltada en negro de mucha gente destacándose Teresa Rodríguez, la candidata (Podemos) y Antonio Maíllo, el segundo de a bordo (Izquierda Unida). Me interesa de esta prelación visual la enésima constatación del carácter gregario y completamente perdedor de Izquierda Unida, tanto la rama nacional del partido como la andaluza: siempre parasitando a unas siglas más fuertes y más nuevas que ellos, es como su seña de identidad, su raison d´être, ser las comparsas de otros que generalmente se formaron en sus cuadros y que ahora los vapulean dialécticamente a placer. Por detrás vienen los nombres que he citado antes; he tenido que googlear tanto Izquierda Andalucista como Primavera Andaluza para saber quiénes son y de dónde salen. Hay que googlear bastante para hacerse una idea más o menos nítida del origen de estas formaciones marginales, detritus del viejo andalucismo del PA. Resulta que Izquierda Andalucista es poco más o menos que un compendio de ese disparatado andalucismo de izquierdas cuyo diosecillo es naturalmente Blas Infante, un burgués funcionario del Estado que imitando al catalanismo y el nacionalismo vasco se inventó un engrudo ideológico incalificable. Está impulsado por Pilar Távora, cineasta, que explica el origen del partido como una suerte de retorno a un pasado mitológico del andalucismo: “El mensaje de Blas Infante estaba situado en la izquierda, la democracia y la república, eso se pierde con el Partido Andalucista y se recupera por parte de algunos grupos que se forman después, como Izquierda Andalucista o Primavera Andaluza” (aquí). En cuanto al otro «partido» o plataforma, Primavera Andaluza, ocurre que es una cosa un poco más vieja, de 2012, cuando nació como «asociación cultural de izquierdas» también promovido por disidentes izquierdistas del antiguo Partido Andalucista, por entonces moribundo. Desde el principio está encabezado por Pilar González, secretaria general del PA entre 2008 y 2012 y que sale junto a Rodríguez, Maíllo y Távora, todos vestidos de blanco como para hacer la primera comunión o ponerse detrás de una barra en la Ostioná de Cádiz, debajo de la carta: detallazo de Rodríguez compartiendo el cartel con los otros tres espadas de la coalición no obstante de ocupar ella lo que en Periodismo nos enseñaron que era el centro visual de una imagen, lo más importante y en lo que primero se fija el ojo humano, resumiendo. La cartita de cuatro párrafos está llena del posmo habitual, de lo que ha llevado a Podemos a tener 40 escaños y lo que está llevando como reacción a VOX a asomarse a las instituciones. Milenarismo andaluz, por supuesto («cultura milenaria»), feminismo y transgenderismo («soñamos una Andalucía en la primera fila de la lucha por la igualdad de trato entre hombres y mujeres y entre personas diversas»), adanismo, feminismo, ecologismo, éxtasis idílico ante el supuesto recuerdo de la supuesta Arcadia natural y feliz que vivieron «nuestros abuelos y abuelas» y para decirlo en una palabra, todas las argucias propagandísticas con las que se ha reinventado el bolchevismo tras recuperarse del shock que le produjo la caída del Muro de Berlín.

Uno podría pensar que una de las consecuencias ideológicas y sentimentales del fenómeno autonómico ha sido la transferencia desde lo español a lo regional. Reconocerse patriota en España está muy mal visto, es un lugar común despreciar cualquier manifestación de afecto o apego excesivo a España y al hecho nacional más allá del patriotismo constitucional; “lo constitucional” es la forma, el sucedáneo, admitido por el sanedrín que establece la norma de lo culturalmente aceptable en España, un sanedrín que naturalmente es de izquierdas, gauche divine o izquierda de pitiminí para entendernos. La izquierda El País, vaya. Por eso en la cuestión de Cataluña defender la nación española debe circunscribirse al “constitucionalista”. Pero hay una distancia racional, además de emocional, entre patriotismo y nacionalismo. Nadie se reconoce patriota en España o al menos nadie lo puede hacer sin que lo llamen facha pero todo el mundo se pone cachondo perdido con lo autonómico, con lo regional; lo suyo, la bandera de la CCAA, lo provinciano, ha adquirido un prestigio social desmesurado en la democracia de 1978, tanto que uno en efecto podría terminar concluyendo dos cosas:

Que el hecho patriótico, como el hecho religioso, es connatural al ser humano,

Que en España el hecho patriótico ha sido interesadamente dirigido hacia el hecho autonómico por una necesidad política coyuntural que ha terminado haciéndose estructural.

Lo español no da votos en España o al menos tal y como está montado el tinglado parlamentario no da los votos suficientes; por eso partidos como el propio PP o el PSOE en Galicia y Andalucía han promocionado lo regional en detrimento evidente de lo nacional, de lo español, y han convertido esas banderas en sus señas de identidad políticas en esas partes de España.

Llego al último sobre. Ciudadanos por supuesto lo pone todo en el naranja (cada vez que un periodista los menciona como «la formación naranja» se me enrollan las tripas ante la simpleza pero todas estas simplezas tienen siempre mucho éxito, es la condición humana) jugando con el verde naturalmente porque, a ver, son unas elecciones autonómicas y todo lo que se relaciona con Andalucía ha de llevar el verde por alguna parte, esa es la gran victoria del diletante fabulador de Blas Infante (todas las banderas son un invento pero algunas son más inventos que otras y desde luego lo verdiblanco como santo y seña de lo andaluz, el himno y toda la esotérica parafernalia que rodea al andalucismo es una cosa absurda que pergeñó aquel hombre en un tiempo fértil para todas esas historias de ficción como fue la mitad del siglo XIX en adelante). Por dentro, se agradece, no hay carta sino un flyer rectangular, una cosa sencilla: por una cara, una foto en la que no se sabe bien si quien se presenta es Juan Marín o Inés Arrimadas. Yo lo entiendo. Arrimadas es lo mejor que tiene Ciudadanos, quien mejor habla, su mejor oradora, su mejor diputada y además es guapísima, representa estupendamente la España mestiza, jerezana que gana al separatismo racista en la Cataluña del golpe de Estado, en fin, es un activo político de primerísimo nivel y más comparada con Marín. Juan Marín es lo que se puede llamar sin rubor un trepa y un tránsfuga premium: ha estado en todos los partidos políticos, con todas las salsas ha mojado su pan, desde Alianza Popular al PSOE pasando por el Partido Andalucista; es lo que, al menos así lo entendí yo al principio, niega el «espíritu» (voy a entrecomillar esto, un partido político en España carece por completo de espíritu comme il faut) de Ciudadanos. Marín es el mejor ejemplo de lo que ha terminado pudriendo la expansión acelerada de Ciudadanos por toda España, ocurrida entre finales de 2014 y 2016: todos los desechos de tienta, disidentes, apparatchiks descartados por éste o cualquier otro motivo, todos los desheredados, parias y gente que se quedó por el camino en la escalada interminable del Everest partidocrático español, se apuntaron salvajemente a sus listas en todos los lugares de España porque vieron el cielo abierto con ellos. Marín es darwinismo: sobrevivió en una cómoda plaza parlamentaria en Sevilla, aprovechando la ventaja de que las de 2015 fueron las primeras elecciones que en España trajeron la atomización asamblearia y el caos posterior en las negociaciones para formar gobierno. «¿Vas a seguir esperando? Ha llegado tu momento», pone en el flyer, y por detrás lo completan con cinco guiones en los que se declaran «honestos, valientes, (contraponiéndose ellos mismos a «corruptos y enchufados», es gracioso) diferentes, innovadores» y como coletilla, añaden la nota lisérgica (como lo del 5G en la carta de Susana) la propuesta de un «bonobús joven de solo 20 euros al mes para viajar por toda Andalucía». Además de candidatos a unas elecciones, touroperadores. Se agradece, repito, la simplicidad visual y el menor gasto en impresión. Lo cierto es, sin embargo, que Ciudadanos en general y el Ciudadanos marinista en particular transmiten tanta ilusión y confianza como un AVE a 300 km por hora embocando una curva.

Total, ha llegado la hora de recoger la basura.

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