Llego a mi casa y me encuentro un taco de sobres sobre mi escritorio. Es propaganda electoral. En la era digital aún se sigue gastando papel en esto, siempre me pregunto quién es el beneficiado de este tipo de cosas, como de los carteles, qué empresas subcontratan estas cuestiones, follow the money decía Lester Freamon en The Wire. Los abro. Empiezo por el del PSOE:
Sobre grande, el más grande de los cuatro. Sobre fondo blanco, un brochazo en verde, la tipografía me recuerda a la cartelería de Coldplay cuando sacó Viva la vida. Palabras escritas sobre el verde: Igualdad, Educación, Servicios Públicos, Sostenibilidad, Dependencia, Sanidad, Familia, Empleo, Solidaridad, Bienestar. Parecen las etiquetas del programa socialdemócrata tipo. Dentro, una carta firmada por Susana Díaz. El encabezamiento es inclusivo: Estimad@s amig@s. Ya no somos ni ciudadanos ni electores, el compadreo es máximo. «Como sabes», empieza. El tuteo, claro. «Aunque a veces parezca lo contrario, en unas elecciones lo importante son los ciudadanos», como si el ciudadano y su condición de tal no sustentaran la idea misma de la democracia moderna. Qué cosas tiene Susana. La carta es un compendio de onanismo moderado (llevan cuatro décadas seguidas gobernando Andalucía y van a seguir gobernando, supongo que habrán pensado que no les hace falta demasiada autojustificación, si total), vindicación del susanismo (en contraposición implícita del sanchismo) y notas lisérgicas como la mención a «la robotización» (según Susana, «cambio tan drástico», como si fuera algo que va a llegar y no algo que ya ha llegado) o a «la nueva generación de telecomunicaciones 5 G». Por lo visto estos son «los desafíos» para los que, según ella, «sólo el PSOE de Andalucía cuenta con un proyecto coherente» que haga «más competitiva nuestra economía», en plata, conservar nuestra superestructura de poder desarrollada impúdicamente durante 40 años de peronismo europeo, superestructura que se asienta en dos elementos socioculturales fundamentales, a saber, el empobrecimiento gradual y general de la población y el embobamiento sistemático de la misma promocionando desde los medios de comunicación dependientes de la Junta un aislacionismo intelectual, un ensimismamiento folclórico evidente sobre todo en las pequeñas poblaciones. En todas partes del mundo importa poco lo de afuera, de ahí el impresionante auge del periodismo local; al menos no en términos positivos, es decir el ciudadano medio de cualquier lugar se fija en las noticias sobre todo cuando hay guerras, atentados, emigraciones masivas, ese tipo de cosas que pueden afectar de algún modo su manera de vivir, pero tengo la sensación (quizá maleada por el hecho de vivir aquí) de que en Andalucía eso se da en mayor medida, en mucha mayor medida. De que la fagocitación socialista de lo andaluz ha terminado pariendo un engendro invivible de cultura popular que a ver quién le pone coto a semejante andalucismo transversal, lluvia fina que ha calado a mi generación, universitaria y cosmopolita, mundana en una palabra, que cree aún más que las inmediatamente anteriores en lo que nos diferencia, qué desastre, en eso consiste toda la herencia de cuarenta años de gobierno socialista.
El sobre del PP me propone un reto. «¿Crees que ha llegado el momento del cambio en Andalucía? Si es así, abre esta carta», pone en letras coloreadas de verde y azul entreverado, con las palabras cambio y Andalucía ligeramente más grandes. Este tipo de estrategias mercadotécnicas más viejas que Matusalén me dejan la impresión cierta de que todos los partidos, sin disimulo y a tumba abierta, consideran al ciudadano un cretino infantilizado susceptible de ser captado como el público objetivo de una marca de televisores y lo peor es que seguramente están en lo cierto. La razón más clara es que lo siguen haciendo y si algo se hace es porque tiene efecto. La carta firmada por Juanma Moreno (no Juan, ni Juan Manuel, sino Juanma, tronco, que soy de derechas pero enrollado, es decir ni siquiera soy de derechas, ¿vale?, para que estés tranquilo, voy de buen rollo, no soy un carca aunque tengo toda la cara de uno de los burgueses cebados de las tablas flamencas sobre la usura y la molicie que cuelgan en El Prado) también me tutea, naturalmente, y en resumidas cuentas mantiene el tono susanista de tratarme como a un imbécil. Quiere «abrir las ventanas» de las instituciones andaluzas, un empeño muy loable por supuesto, y dice que «no es una cuestión de ideología». ¿Entonces, de qué? Que el Partido Popular había renunciado a Andalucía se sabía desde hacía lustros pero que haya renunciado a refutarle los dislates ideológicos a su adversario político más antiguo y enconado me parece inquietante. Promete «bajada general de impuestos y supresión del impuesto de sucesiones», banderín de enganche muy popular; cabría recordar que lo mismo (lo de los impuestos) prometió a tutiplén Rajoy en 2011 y luego ya en el poder resultó que no se podía y santas pascuas. Va a «crear 600.000 puestos de trabajo» y yo no sé cómo se puede hacer una cosa así. Lo mismo podría haber dicho 6 millones, 700 mil, qué sé yo, nadie se fija en los datos, es un recurso habitual en los textos, incluso en las noticias, se meten los datos a voleo para inflar la imaginación del lector y consecuentemente aturdirla. La única manera que se me ocurre de crear tantos puestos de trabajo es de la única forma que puede hacerlo un gobierno, es decir convocando oposiciones a mansalva, creando figuras laborales tan dudosas pero de inveterado éxito (al menos en Andalucía) como la del «personal laboral», es decir funcionarios de aquella manera legalizados ad hoc posteriormente, crear bolsas de empleo temporales (recurso típico del socialismo andaluz) para llevar a amas de casa y jornaleros en paro a abrir zanjas y luego cerrarlas, en fin, esas cosas, no hay mucho más en un sistema político y económico como el nuestro, tan circular, tan endogámico, tan estático. «Te necesito, sin ti no es posible», termina Juanma, y tengo que reconocer que hacía tiempo que nadie me decía esas cosas tan bonitas.