Crónicas del sur de España #6

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#6 Ligero de equipaje 

El veranillo de San Miguel bien ha parecido un infernillo. De esos que se usan para las barbacoas o el camping. Nosotros, naturalmente, los que moramos en esta tierra, hemos sido los filetes y las costillas puestas a chamuscar dentro de él. De pronto, esta mañana, ha refrescado. Llevaba refrescando ya unas cuantas mañanas, mejor dicho alboradas, porque al segundo sol ya desaparecía esa encantadora sensación de frío que le pone a uno la carne erizada y seca, dura. Hoy, en cambio, la sensación ha durado más, ha atravesado la mañana como un cometa cruza el cielo. Sólo el mediodía ha hecho prescindible la camiseta. Al despertar pensé que no habría estado mal haberme echado por encima la sábana: primer indicio de que el horroroso verano está tocado de muerte, por fin. Me alegran las novedades editoriales. Entré el otro día en la librería más importante de Chipiona, la Central -el campo de la intitulación de librerías no parece el más creativo, desde luego- y la verdad, me iba a morir de la depresión. No tiene nada que ver que fuese esa librería en particular, podría haber sido cualquier otra, de cualquier otro pueblo o ciudad española. Es verdaderamente deprimente ver lo que lee la gente, lo que consume, todo fast food literario al que me sumé con todo el refocilamiento culpable del pecador comprando el último de Harari y el final de la trilogía de espías y Guerra Civil de Pérez-Reverte. Lo confieso, peco. Peco mucho. Pero como el negocio no está en la tienda física sino en la digital, también me compré en Amazon el libro del gran Mesetas, el tipo más infravalorado del panorama español, La Biblia Blanca, que firma junto a su hermana. Mesetas, Ángel del Riego, debería tener una columna en ABC y ser un habitual de las tertulias en radio y televisión, pero se sabe que en España el talento no es condición sine qua non de nada. En Amazon también he dejado en la lista de la compra el Viaje a Rusia de Pla y Contra Catalunya de Arcadi Espada. Me hace feliz este florecimiento otoñal de las cosas interesantes del leer actual. Entre eso y el descuento que en todo el mes de octubre me ofrece DiA en la Alhambra Reserva Roja ya puedo ir tirando hasta que entre el frío verdadero. En Chipiona ha habido un incendio, según parece provocado. Ha ardido un Centro de Interpretación. Una auténtica pena, desde el punto de vista del equipamiento municipal, aunque la cosa tendría su gracia, simbólica me refiero: en la España que vive entre las cenizas del fracaso autonómico, arde uno de sus símbolos, uno de los niños bonitos del Gran Desfalco, ¡arde un Centro de Interpretación! El único centro de interpretación que interpreta es el que arde. Es como una metáfora aunque sólo la puedo formular aquí, temo que nadie vaya a entenderla, que me pongan como los trapos, en fin, todas esas inconveniencias que trae la incomprensión. La foto no tiene nada que ver ni con el texto ni con mi estado de ánimo ni con nada. Paseaba el domingo pasado y los vi. Me pareció curiosa, una escena de un costumbrismo nuevo que alguien habrá de novelar, de contar, qué sé yo. Dos inmigrantes africanos que caminan de vuelta a la estación de autobuses de un pequeño pueblo andaluz con las alforjas de la vida en lo alto, y nada más. Nada más, sinceramente, tengo que decir en esta crónica.

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