Alberto Garzón ha escrito un libro. Otro, digo. Según su página en Wikipedia, ha firmado siete y colaborado en otros dos más. El último se llama Por qué soy comunista. Lo edita Península, y es de hace muy poquito, del año pasado. Lo reseña estupendamente Ángel Rivero en Revista de Libros. El año pasado se fue de gira por España a cuenta del centenario de la Revolución Rusa (del golpe de Octubre, es preciso aclarar; la Revolución se produjo en febrero, aunque el octubre bolchevique ha fagocitado la Revolución Rusa mediante un proceso de sinécdoque perversa), con el propósito de «dotar de un nuevo significado al denostado comunismo».
En su libro Garzón hace esta afirmación, que Rivero destaca con buen criterio: «De todas las grandes ideas que ha tenido aquella parte de la humanidad que podríamos llamar humanidad sufriente y pensante, el comunismo ha sido una de las mejores». Continúa transcribiendo literalmente Rivero de la obra garzonita: «el comunismo es más necesario que nunca», porque «millones de personas […] en nombre del comunismo […] conquistaron los derechos sociales que hoy pueden parecer caídos del cielo, como el derecho al trabajo digno, los servicios públicos, el sufragio universal, la educación pública de calidad o la propia democracia».
Bien. Martin Amis empieza así su ensayo Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones:
«He aquí la segunda frase de The Harvest of Sorrow: Soviet Collectivization and the Terror-Famine de Robert Conquest:
Quizá podamos poner en su justa perspectiva el presente caso diciendo que se perdieron veinte vidas, no por cada palabra, sino por cada letra que hay en este libro.
Esta frase representa 2.700 vidas. El libro tiene 411 páginas».
Sigo, ahora en la página 41 del libro de Amis:
«Por decirlo claramente: Lenin legó a sus sucesores un Estado policíaco que marchaba a toda máquina. La independencia de la prensa desapareció a los pocos días del golpe de Estado de octubre. El código penal se revisó en noviembre-diciembre (y ya tenemos la dúctil y maleable categoría de enemigo del pueblo: Todos los individuos sospechosos (sic) de sabotaje, especulación y oportunismo podrán ser detenidos inmediatamente). Los embargos de provisiones comenzaron en noviembre. La Checa (policía política) estuvo lista en diciembre. Se abrieron campos de concentración a principios de 1918 (y empezaron a utilizarse los hospitales psiquiátricos como centros de reclusión). Luego llegó el terror sin rodeos: las ejecuciones por cupos, la responsabilidad colectiva, por la que la familia e incluso los vecinos de los enemigos del pueblo, o presuntos enemigos del pueblo, se tomaban como rehenes; y el exterminio, no sólo de los adversarios políticos, sino también de grupos sociales y étnicos, por ejemplo los kulaki, que eran los agricultores acomodados, y los cosacos (la descosaquización). Las diferencias entre el régimen de Lenin y el de Stalin fueron cuantitativas, no cualitativas. La única novedad original de Stalin fue el descubrimiento de otro estrato social al que había que purgar: los bolcheviques».
Garzón, según la nota de El País enlazada arriba, alude a «crímenes cometido en nombre del comunismo». Como, según afirma, «el abandono de la lucha de las mujeres» o «abandonar su raíz republicana, que es la que permite defender la libertad de expresión, los sistemas pluripartidistas, la democracia procedimental; no ha existido o lo ha hecho con muy poca intensidad en los llamados países del socialismo real”.
«El comunismo es una forma de ver el mundo, unas gafas que te pones. Que dice que la desigualdad no es justa y además es evitable». Continúo en el ensayo de Amis, en la página 43:
«Lenin quería ejecuciones; tenía el corazón puesto en las ejecuciones. Y las tuvo. Se ha sugerido la posibilidad de que en el período 1917-1924 muriera más gente a manos de la policía política que en todos los frentes de la guerra civil». Cita para afirmarlo el ensayo de Orlando Figes, La tragedia de un pueblo: la Revolución Rusa, 1891-1924.
Sigue Amis:
«Dicho escuetamente: con Lenin, el valor de la vida humana se vino abajo, en palabras de Alain Brossat». Cita para terminar a Vassili Grossman:
«Todo lo inhumano carece de sentido y de valor. En medio del triunfo absoluto de la inhumanidad se ha puesto de manifiesto que todo lo que se consigue mediante la violencia carece de sentido y de valor, que no tiene ningún futuro y que desaparecerá sin dejar rastro».
Según un barómetro del CIS publicado en junio de 2016, mes en el que los españoles fueron llamados a elegir a sus representantes en el Parlamento y en el Senado por última vez, Alberto Garzón era el líder mejor valorado entre los encuestados. En el último barómetro de este tipo, publicado en febrero de 2018, Garzón seguía siendo el quinto de un total de dieciséis. Sigue siendo el coportavoz de la tercera fuerza política del país, Unidos Podemos, que cuenta con 71 diputados desde el dicho mes de junio de 2016.