Si quieres ser escritor

Cuenta Arturo Barea, el alter ego del escritor en La ruta, segunda parte de la trilogía La forja de un rebelde, que cuando quiso plantearse la carrera de las letras fue un día al Ateneo de Madrid. Allí se encontró con Emilio Càrrere, un literato de la época, que hoy sólo me suena porque comparte apellido con Emmanuel Càrrere, el francés.

«Así que tú quieres ser escritor?» le dijo Càrrere a Barea. «Pues te daré unos cuantos consejos. En España, ser un escritor es hacer oposiciones a muerto de hambre. La única manera de ganar dinero escribiendo, es escribir teatro o pornografía. Mejor dicho, no hay más que una manera de ser escritor. ¿Qué autor de los vivos te gusta más? Da lo mismo. Escoge el que te sea más simpático. Te arrimas a él, le das coba, te las arreglas para pagarle el vaso de café, y que se entere, y un buen día, cuando esté de buen humor, le lees una de tus cosillas. Pero ten buen cuidado de esperar hasta que sepa quién eres y que se haya fijado en que tú aplaudes siempre lo que dice, aunque sea un disparate. Entonces te dará una tarjeta de introducción a un periódico y te publicarán la cosa, sin pagarte, claro. Después, si realmente sabes escribir y tienes suerte, en diez o doce años tendrás un nombre y te pagarán diez duros por un artículo o un cuento. Es mucho más difícil que le acepten a uno una comedia, pero el procedimiento es el mismo. De todas formas, una  vez que hayas elegido tu maestro, perteneces a él incondicionalmente. Si es de derecha, tú perteneces a las derechas; si de izquierda, a las izquierdas. No importa lo que escribas. En este país se es de un lado o del otro, derecho o torcido».

Luego Barea se fue al café La Granja buscando una segunda opinión, como los que van al médico. Allí se encaró con Valle-Inclán quien, admirando su bravura como renegado del lamesablismo, le aconsejó otra vía. «Si lo que usted quiere es aprender a escribir, quédese en casa y estudie. Después es posible que pueda empezar a escribir…Usted se imagina que le estoy insultando, pero se equivoca. No le conozco, pero me merece una opinión mejor que la mayoría de los que están aquí mirándonos como bobos. Y por eso le digo, no venga a estas tertulias. Siga con su trabajo, y si quiere usted escribir, escriba. De aquí no va usted a sacar más provecho que, si acaso, un puesto de chupatintas en un periódico y la costumbre de tragarse todos los insultos».

 

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