Cataluña con ny

Cataluña en castellano se escribe con eñe, como todo el mundo sabe. Quien no lo sepa puede buscar la razón con suma facilidad. Basta con googlear. Cuando uno escribe en un idioma es conveniente utilizar los topónimos que existan en esa lengua. En caso contrario uno puede incurrir en ridiculeces como «ayer estuve cenando en London» o «tengo un primo que vive en Санкт-Петербург». Como en Cataluña la dictablanda catalanista hace tiempo que lo ha puesto casi todo del revés, se ha normalizado el uso de los topónimos en lengua catalana en el castellano escrito y oral. Así, gente en perfecto uso de sus capacidades intelectuales y en apariencia cándidos, de honesta intención, buena gente en una palabra, dice Girona o Lleida, o escribe Catalunya, del mismo modo que la infección nacionalista ha fijado como canon A Coruña u otros similares en el resto del país.

Ocurre que vivimos en pleno revival de los nacionalismos culturales. Se ha ido instilando la premisa de que hay naciones más allá de la nación política y por supuesto las lenguas han dejado de ser un instrumento de comunicación para transformarse en bayonetas. Y sí que es cierto que existe la Cataluña con ny. Es la fundada bajo el signo de la mentira y del engaño. Catalunya es el monstruo de la Razón autonómica de 1978, la nación fabulosa cuyo tránsito del papel, de lo etéreo, a lo real, está sembrado de los mismos cadáveres de siempre. Es el oriflama que enarbolan los traidores, no a una idea vaga y mítica de nación, sino a la nación política constituida por el único sujeto jurídico legítimo en el mundo contemporáneo, es decir, en el único mundo viable, todos y cada uno de los españoles.

La Cataluña con ny, abreviando, es la entelequia de los esquinados, de los mezquinos, de los ruines, de los idiotas, de los lameculos y de los racistas que durante unas jornadas se encarnó con bastante realismo en disturbios callejeros, amenazas, insultos graves, presiones tumultuarias y fuga de capitales. La Cataluña sin ny no necesitó de gafas en 3D para verlo y sentirlo: el golpe de Estado fue de verdad, ocurrió, y parafraseando a Eissenhower, está grabado y guardado en Youtube para cuando algún día algún hijo de la gran puta llegue y niegue que pasó.

No obstante, a nadie le importa, porque usar el topónimo castellano para Galicia, La Coruña, País Vasco o Lérida supone un acto de guerra incluso para personas (siempre en apariencia) bien constituidas moral e intelectualmente, sanas de espíritu, educadas, cultas y cosmopolitas. Llegados a este punto cualquier cosa adquiere dimensión política, el sueño viejo de los marxistas: que hasta respirar sea una declaración de principios. Algo bélico, en el sentido de que uno no se define a sí mismo por que sí, como un brindis al sol: siempre se espera que haya alguien en frente que esté escuchando y rabiando por dentro.

Supongo que eso es lo que significa en el fondo eso que ha dado en ser tan catalán, lo de «hacer país». ¿No les parece demoníaco? Supone la subordinación total del individuo a la abstracción, hasta en lo más nimio y por ello más trascendente que tiene alguien, que es su intimidad. Pero es útil poner en perspectiva incluso este tipo de gilipolleces, para calcular el daño que hacen en el cuerpo civil de una comunidad: imagínense que uno dice que se va a hacer una paja por el país. Eso no fue lo que dijo Xavi Hernández ayer, pero se le acerca. Textualmente dijo que a él siempre le ha gustado hacer cosas por el país. Ole. Hoy se vota en Cataluña, y uno de los contendientes es la Cataluña con ny. Que es la representante en la cornisa nordeste de la península de esa España también con ny, absurda, vieja, oscura y emponzoñada, que lleva en la boca el fétido olor de la muerte, tal y como lo describió Hemingway en Por quién doblan las campanas.

Recopilo aquí en orden de aparición mis artículos y notitas sobre el putsch catalanista de estos últimos meses: