La religión, el partido, Tinder, Twitter, la botella, el equipo, Facebook, son como cuando de noche estamos solos en la oscuridad de nuestra habitación, sentimos miedo y nos arropamos estrechando fuerte la sábana sobre nuestra cabeza. Sabemos que eso no nos librará del peligro pero aun así lo hacemos, y nos dormimos entonces confiados en que nada malo nos va a pasar. Debajo de todas las capas de la vida está la nada; esa convicción y la de que todo lo hicieron antes que nosotros hombres y mujeres mucho mejores de lo que nosotros llegaremos a ser jamás, de que nada de lo que hagamos mejorará ni moverá un centímetro el mundo del sitio en el que estaba cuando lo encontramos, puede destruir a un individuo. Hay que adormecerse o pegarse un tiro como el ingeniero de Dostoyevski en Los demonios. A mi generación todo esto le ha pasado por encima pero no creo que todavía se hayan dado cuenta.
Este y el anterior post me han parecido magníficos. Maldito noviembre, que taciturno le deja a uno.