La corrupción moral de la izquierda en España es absoluta. Para advertirlo sólo hay que comparar las reacciones de los jefes de Podemos, Izquierda Unida e incluso PSOE ante dos circunstancias del todo opuestas: la aprobación fraudulenta de dos leyes golpistas por parte de los grupos parlamentarios independentistas en el Parlamento autonómico catalán, y el llamamiento de Felipe VI a utilizar todos los mecanismos legales disponibles para restablecer el orden constitucional. El golpe de Estado de la Generalidad está sirviendo, sobre todo, para hacer evidente que Unidos Podemos es una coalición situada por sí misma al margen de la democracia parlamentaria que está forzando con su deslealtad institucional la apertura de un proceso constituyente. Para ello no está dudando en recurrir a todo tipo de embustes, falacias, mentiras, falsedades y aspavientos hipócritas. La maquinaria del fango, como ellos mismos acuñaron. La postverdad, que se dice ahora. El ataque simbólico y panfletario al sistema parlamentario español consignado en la Constitución de 1978 es manifiesto. Por lo tanto, nadie puede llamarse a engaño a estas alturas del partido.
Esta estrategia de manipulación sin pudor no resultaría en absoluto sin la complicidad necesaria de medio Partido Socialista, y tampoco sin la anuencia de una parte considerable de la opinión pública (y publicada) del país. Es fácil identificarlos: son los del diálogo. El diálogo, siguiendo con el razonamiento que hice aquí el otro día acerca de las palabras vacías, sirve como mecanismo intelectual, o mejor dicho dialéctico, perfecto. Bloquea el argumento lógico, paralizándolo en una suerte de trampa racional mediante la cual, capciosamente, termina aparentando debilidad o carencia de voluntad conciliadora a ojos de un auditorio predispuesto de antemano a negarle la razón. Es maquiavélico, pero en esa sucia alberca nada mucha de la prensa más influyente en el imaginario colectivo de la España de hoy. Vean a los de Politikon, a los de Eldiario.es, a Julia Otero, a Jordi Évole. Ese segmento poblacional está más o menos representado en el Congreso por el PSOE de Pedro Sánchez.
Porque el PSOE no existe, o por decirlo de otra manera, sólo hay un nombre bajo el que se adscriben dos partidos cada vez más alejados en sus cosmovisiones. Uno conserva del antiguo gigante socialdemócrata de los 80 tan sólo el nombre y la ambición de gobernar a toda costa; el otro mantiene un cierto sentido del Estado, manifestado por la federación andaluza, Susana Díaz o Fernández Vara. La fractura socialista coincide con la verificación empírica de la existencia de esos españoles naïf. Suelen ser gente que conserva eso tan añejo del izquierdismo clásico de la «rebeldía», del sentido de la subversión contra el mainstream, sin caer en la cuenta de que sus instintos rebeldes suelen enfocarse hacia causas que son de cartón piedra o que no necesitan ser defendidas. Son también falsamente creyentes de la democracia por la democracia, que desconocen los mecanismos elementales de su funcionamiento. Están descritos en esta entrada de Pablo Otero en su blog Crónicas de un mundo feliz: «la constatación de que si incumples la ley (o impides su restablecimiento) te viene un guardia con la porra a muchos les resulta increíble. Muchos piensan que la ley o el Estado son una abstracción porque en su día a día no tienen problemas con ellos (es lo que tiene vivir en un país normal como España). La ley es algo realmente existente que cuenta con mecanismos para ser impuesta. Esto le coge con el paso cambiado a muchos. Nunca es tarde para aprender».
Puede que sí sea tarde, a tenor de las respuestas de politólogos, periodistas, intelectuales (signifique esto lo que signifique), políticos y gente del común al ejemplar discurso del rey. Y mejor no entrar en Facebook. Ni DUI, ni 155 es la consigna, como dijo ayer Miquel Iceta. Es decir, que el secretario general del PSC equipara la acción ilegal de quienes apedrean las sedes de su partido con la del Estado encargado de protegerlas. Lo paradójico de esta izquierda heredera del «socialismo del siglo XXI», derrotada en lo práctico por el socioliberalismo desde 1989, es su naturaleza: oscurantista, defensora de la homeopatía, nostálgica del carlismo, desdeñosa de la experiencia y del hecho científico, subjetiva, intoxicada por el meme y el razonamiento falaz en 140 caracteres, divorciada de la Ilustración y adicta al pensamiento mágico. Esta izquierda, consciente de su inferioridad respecto del nacionalismo para movilizar a la gente, ha decidido embarcarse en un avión kamikaze con la insensata pretensión de convertir la democracia del 78 en un Pearl Harbour. Sin duda, lo estudiarán los historiadores en el futuro, presumo que con asombro.
Hola:
Me presento, me llamo Daniel, soy de Alicante y quiero decirte que me ha gustado tu blog y tu entrada, con la que estoy de acuerdo salvo en algunos detalles. La verdad es que a mí no me sorprende la postura de parte de esa «izquierda sociológica», teniendo en cuenta que hace prácticamente 1 mes, algunos de ellos equiparaban la dignidad de las víctimas del atentado de Barcelona con las de sus victimarios. Así que partiendo de ahí, esto me parece poco.
Pero yo no creo que el problema de esa «izquierda» sea una cuestión de «corrupción moral», porque sí diferencian el bien del mal y lo bello de lo feo. Por contra, me parece que pesa más anhelo postmoderno de «ser víctimas» pero sin querer serlo de verdad. Se consideran víctimas de la sociedad occidental y quieren verla caer sin reparar en el método (ignorando que ellos mismos son un producto tan occidental como Disney, al cual no pocas veces superan en ñoñería infantil). Esta idea a mí a veces me resulta difícil de creer, por aparentemente absurda. Pero tú escuchas su retórica petulante y el nacionalista quitándole el aroma a xenofobia, te da la sensación de ser un bantú camerunés en la descolonización africana; y el podemita, un peón con las manos rotas de picar carreteras sometido por el capital (pero con universidad, médico, piscina en su «gueto obrero» y un ipod).
Las razones por la cual esto es así son complejas y largas de desarrollar. No es aquí el lugar, porque en verdad ya están desarrolladas. Pero hay causas históricas como la leyenda negra y el franquismo. Una vez leí a Juaristi, que la lucha contra el franquismo hizo que la izquierda española quedara después de la II GM ideológicamente más cerca de la izquierda antifascista (revolucionaria) que de la antitotalitaria (socialdemócrata). De ahí pienso que es el origen de su sectarismo y dogmatismo «la izquierda es democracia». Sin embargo, otras causas son coyunturales, y la comparten con la derecha: la infantilización social postmoderna, el desprestigio del saber y una educación básica hecha un escombro. También, creo muy importante la prostitución del significado de las palabras que tú comentaste hace unos días (por cierto, hay una cita creo que de Confucio sobre esto que a mi parecer es espectacular).
Claro, si uno es sectario pero culto, puedes ser un peligro pero conoces tus límites. Pero un sectario inculto, es una cosa a parte. Los de antes hubieran intentado la revolución, pero nunca hasta hacer ellos mismos el ridículo. Iceta pidiendo diálogo, mientras les insultan y apedrean es un botón. Me parece que si no salimos bien librada de esta, la historia no les va a reservar un buen lugar. Aunque sea por nuestro bien, ojalá que no. Pero méritos hacen y en algún momento la realidad debe castigar esta estupidez frívola.
Un saludo.