Cae el telón de acero de septiembre, que es un mes bifronte, como enero: el año empieza y acaba dos veces, en Nochevieja, y ahora. Acaba lo fecundo, el torrente bullicioso y descontrolado del verano, con todos sus éxtasis y con todas sus hipérboles y con todas sus hecatombes (el Hecatombeón ateniense, donde el hombre se consagraba a sí mismo, y al Universo, como en una eucaristía; no en vano, se correspondía con lo más tórrido de nuestro actual verano, con la flor) y empieza el equinoccio, el recogimiento y la hibernación moral hasta Navidad. Es curioso que comience este período plúmbeo, la época del prozac, simbólicamente, con el nacimiento de la Virgen, como si fuese la alegoría del Stabat Mater, del dolor primitivo al que está condenada toda madre desde el mismo momento en que sabe que lo será.
Mucho más que el advenimiento otoñal, me deprime comprobar que la gente no quiere la verdad. La mentira, con sus mil vidriosas caras, es más atractiva, seduce más. La tentación es fuerte. Circula por ahí un pantallazo de un periódico de no sé dónde, con el titular, un titular disparatado cuya mera lectura ha de disparar las alarmas de cualquiera, acerca de Nicolás Maduro y unos niños que mueren de hambre. Me repugna el chavismo, pero más aún, detesto la mentira, y toda su poliedria. Advierto con mucha tristeza que periodistas, incluso algunos a quienes admiro, han caído en estas garras del posmo; no obstante, también entre los incautos, hay diferencias. Santiago González, al menos, ha rectificado, asumiendo el sapo. Pero como la metáfora del cura y la jarra de agua que se cae, derramando el líquido, la intoxicación es imparable: Facebook, Twitter, está lleno de ella, y como las ondas de un transmisor, rebotan, amplificándose ad aeternum. Diputados, otros periodistas mucho menos rigurosos, gente en general, se hace eco de estas cosas. Posmo, como la foto difundida a propósito, con una ruindad incalculable, de un adolescente haciendo el saludo romano e identificado, a propósito, con Albert Rivera; como las fábulas del IBEX35, como las chanzas de Pablo Iglesias acerca de Ciudadanos y su filiación pepera, como tantas otras barbaridades que entre perezosos intelectuales germinan sobre Podemos…para un entusiasta del progreso material y tecnológico, humano en definitiva, como me gusta pensarme, contrastar que el acceso ilimitado a las fuentes de la información y del conocimiento no está favoreciendo el enriquecimiento intelectual de los individuos, sino reafirmándolos en sus trincheras predeterminadas, me hunde en una melancolía inasible.