Un fantasma recorre Europa

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Real Madrid 1 (2)-1 Atlético de Madrid

El Madrid no jugó la final contra el Atlético, sino contra la Historia. Como en Lisboa, fue su único adversario; en el número 10 estaba puesta una de esas rayas que pintan en la pared para indicar hasta dónde subió el río en su última crecida por que el Real es un Nilo que sólo piensa en desbordarse y fecundar el mundo una vez más. El Atlético, no. El Atlético de Madrid sí jugó la final contra un rival concreto, corpóreo, físico, material; el que les ganó una final en el descuento y los tuvo 15 años de rodillas, encarnación de todos los temores ancestrales de su tribu, cuyo mismo olor evoca tragedias oscuras como la noche que los engulló en Milán: es el perfume de la muerte que siente la gacela mucho antes de avistar al león. Hubo dos momentos exactos en los que la gacela pudo matar al león: minuto 80 del partido, primer tiempo de la prórroga. Pero temblaron. Y el Madrid también, pero tragó saliva y cargó el fusil hasta cuando no hubo pólvora. Porque los toreros y los soldados que van al asalto tienen tanto miedo como el que más, pero lo mastican, se lo tragan y caminan. El Madrid fue mejor cuando pudo y resistió cuando nadie pensaba que podía ganar. Ni yo mismo, porque vi la mano del Destino, el reverso de Lisboa, y me resigné al poder de lo inevitable, como en Da Luz. Entonces pensé que era imposible perder, y el sábado, que era imposible no pagarle la factura a la fatalidad. Pero tras ver la pelota dirigida por Ronaldo volar muy lejos de las manos y de los pies del gigante Oblak, volar hasta las redes de la portería del fondo sur de San Siro, interista, se me reveló que el Destino no existe, pero el Real Madrid sí. Que el Madrid le robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres; que nos concentró a todos en Milán para recordarnos que la única voluntad que prevalece es la del que lo quiere más, del que está dispuesto a morir muchas veces para no morir jamás. La voluntad de Lucas Vázquez, de Danilo, de Casemiro, de Luka Modric, de Sergio Ramos, de Gareth Bale o de Marcelo. El pelotón que contuvo las tripas del Madrid cuando apuñaló el Atlético, y el que con la determinación de una brigada de coraceros, cargó por última vez, cargó cuando no quedaba nadie en pie, cargó como si detrás del fondo sur de Milán, detrás de los Alpes, detrás del fútbol, hubiera un lugar al que sólo podían llegar ellos.

Un comentario

  1. El madrid estaba moribundo, sin cambios, y el Cholo hizo el último cambio en 118…¿? Y ese Oblak, aprendiz del peor Zubizarreta…La injusticia fue que se llegara a los penaltis.
    Se comenta por las españas que hubo atascos en urgencias por los atracones de bilis.
    ¡Hala Madrid!

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