25-05-16

Sorprendido mientras almorzaba por esta noticia, la busco en Internet: «Un falso vidente, juzgado por abusos sexuales a sus clientas». El oxímoron, o mejor, la tautología, es asombrosa: un-falso-vidente. ¡Como si los hubiera de verdad! Me da que pensar, siempre que veo estas cosas, en cuál será el grado de penetración de la superchería en todos los niveles del conocimiento que operan a diario en cada uno de los individuos que componen nuestra comunidad. Me aterro al caer en cuán larga puede ser la cuenta. Creo que lo he dicho ya antes, pero me maravilla la división que, más o menos, hacían los clásicos entre la religio y la superstitio. Nuestro mundo, que supo más y conoció mejor que cualquiera de todos los mundos que nos precedieron, está infectado hasta la raíz de la barbárica superstición: no hay más que abrir Facebook. Ahora voy a intentar escribir un relato. Otro más. Es para un concurso. Se me dan terriblemente mal los concursos, porque siempre creo que puedo llevarme el premio: cada veredicto es un golpe de maza a mi vanidad. Pero como decía Epicuro, hay cierta voluptuosidad en el dolor.

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