Riquezas y pobrezas

Manchester City 0-0 Real Madrid

Se repite mucho ahora una especie: que el Madrid de Zidane «no es un equipo trabajado», y que más bien, el francés recuerda como entrenador a Carlo Ancelotti, al parecer otro entrenador «tácticamente pobre». De entrenadores pobres he visto las mejores soluciones, las más efectivas: la defensa de 5 de Del Bosque en el 2000, con Helguera de líbero y Raúl de interior zurdo; Solari en banda y Zidane de 5, en el 442 de la Novena, y Di María de interior, hace dos años. La distinción, que no deja de ser moderna, entre los equipos de autor y los equipos de jugadores es muy curiosa porque en la afirmación se encierra, yo creo, más deseo del aficionado fetichista que realidad puramente técnica. Los entrenadores cesáreos, como Mourinho o Guardiola, son famosos por manufacturar equipos muy competitivos, cuyas texturas, hasta las más nimias, son producto de sus inagotables alforjas de conocimiento. Esto luce mucho. Es carismático, que viene del griego agradar. Como somos individuos tribales, nos adula creer que nuestra seguridad depende de un hombre genial. Desdeñamos las ideas naturales, las sencillas, por simples: eso puede ocurrírsele a cualquiera. Estos equipos geniales suelen derrumbarse cuando el avión está en plena caída. Tanto fían su destino al plan del jefe, que no responden bien al caos, a la anarquía. Más bien parece que los entrenadores terrenos juegan con la variable de la humanidad de los jugadores, adivinando estados de ánimo y presuponiéndoles un albedrío que les permitiría afrontar estímulos adversos sin necesidad de trazar planes de contingencia exagerados. Zidane pareció aleccionar a su equipo anoche en la necesidad de no encajar. La intensidad del City, su presión sobre la primera transición del Madrid, descubrió la torpeza de Casemiro en las dos variables que definen al balompié de ahora: velocidad y precisión. La baja de Ronaldo facilitó el repliegue madridista sobre De Bruyne, el peligro mayor de los locales, y la resurrección del binomio Peperramos anuló la explosividad del Kun. De resultas de todo esto, el Madrid no sufrió, y cuando el City se quedó sin su catalizador, Silva, entre los centrales, Modric y la bondad en el posicionamiento de Casemiro, pudieron aupar a los laterales. Pudo ganar entonces, si Zidane hubiese sido más osado adelantando diez minutos el cambio de Isco. El Real en Manchester sigue siendo un espectáculo que no envejece. Da la sensación de estar uno ante la Historia en su desarrollo más plástico, a pesar de que no era Old Trafford. Todo queda postergado a un partido en el Bernabéu, a un último cruce del Rubicón, donde el plan y la táctica consistirán, como siempre ocurrie en el fútbol, en ganar siendo más listos que el adversario.

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