Les grands ducs

Rayo Vallecano 2-3 Real Madrid

La masa que palpita en los arrabales de la gran ciudad abandonada, estuvo a pique de descabalgar al emperador. Ir a Vallecas cada año es un poco como la tournée des grands ducs, eso que hacían los burguesotes y príncipines parisinos en el XIX  para ver cómo respiraba el pueblo en los suburbios. Es una especie de aventura. Cada año pasa una cosa. Una vez fue un foco que se rompió. Casi siempre es la atmósfera de lucha de clases forzada. La retórica, la parafernalia grotesca de un club que ha somatizado la pulsión de su masa social y quiere ser el St. Pauli de la Liga española. Pero suena un poco de mentirijillas, porque los andaluces y extremeños que crearon Vallecas, habitándolo por primera vez al irse a Madrid, venían atraídos por la esperanza difusa de la prosperidad, no por el gris descascarillado de lo cutre. En Vallecas, ni el palco de autoridades tiene techo, y todo sirve a la propaganda. Pero el Madrid fue a jugar de verdad, y al 2-0 Zidane se quitó el chaquetón wengeriano y se puso el tres cuartos. Había que ganar con fútbol y también con un poco de literatura. La gesta pausada la puso Bale, por fin líder. Se quedó sólo, sin Ronaldo, sin Benzema, y se subió en Isco para ser grande después de mucho tiempo y remontar un partido que mantiene al Madrid en el frenesí del sprint final. Los dos goles del Rayo llegaron porque los quisieron más. Danilo parece un hombre sin confianza en sí mismo. Es el síntoma más claro del derrumbe moral de un individuo, y ojalá no haya que buscar su esqueleto momificado en el osario donde se guardan los huesos de todos los que llegaron al Bernabéu y murieron sin poder cruzarlo, seducidos por esas anti-sirenas que pueblan sus tribunas, sus tendidos 7. Remontó también el Madrid subido a ese Rocinante bravo y corajudo que se llama Lucas Vázquez, un Callejón con más técnica, que ya ha superado a Jesé en la rotación y que es el recurso inesperado, la brigada ligera de refresco, con que Zidane se ha encontrado en este mes de abril que pasará a la Historia. Aunque aún nadie sabe cómo.

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