Fluidez y deseo

Getafe 1-5 Real Madrid 

Decía José María García: el halago debilita. Y es verdad. La victoria ablanda. Con la victoria, ¿qué se dice? La sonrisa excusa toda palabra. La sonrisa es el subterfugio. La derrota saca la ira, con la ira llega el efluvio. La derrota es fértil. Uno se sienta delante de la pantalla y teclea como un mono. Aporrea. Escupe. Pero la victoria aniquila todo eso, y uno se vuelve plano. Lo ha dicho todo. En esta temporada, verdaderamente, se ha dicho todo. Y era difícil imaginar que todavía quedase algo por decir del Real Madrid, club, equipo, nación, pueblo. Por momentos se acabó todo, hubo un día en que se fundió a negro, bajó el telón, pero la música siguió sonando. Primero fúnebre. Chopin. Luego de cámara. Después, más alegre. Intermezzo. Allegro, ma non troppo. Ahora hay que aguantarse, rezongar, esconderse bajo la mesa, cultivar la paciencia, mantener el low profile. Pero el madridista no sabe de eso. En cuanto ve una bruma en el horizonte, grita tierra. En Getafe venció a un equipo que lucha por la vida, y le sobraron 40 minutos. Kroos volvió al telar, Isco desempolvó del baúl el traje de luces, James sacó su zurda de la gasa, y todo fluyó como en las poluciones nocturnas del madridismo: fácil, rápido, eficaz, efectivo, limpio. Si toda la Liga hubiera sido así, si todas las Ligas fueran así, el Madrid sería el Bayern. Pero no nos gustaría, prque no sería el Madrid. Sería la rigidez determinista de la civilización centroeuropea, y anida el horror en el hígado de todo eso. Gana el Madrid, se pone a 1 del líder. Ayer abrió Morante la puerta grande de Sevilla.

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