Avanza la primavera, se mantiene el fresco. Un día ganado al desasosiego estival y sahariano de la Baja Andalucía, es un día bueno. He empezado a leer a Epicuro, un ensayo de Carlos García Gual cuyo tono es muy ameno, muy pedagógico. Esto es de agradecer. Mis conocimientos filosóficos, mis lecturas, son muy fragmentarias, escasas. Una trabazón muy rala a la que voy añadiendo mimbre. Me gusta el epicureísmo. Ya tenía yo cierta inclinación, por lo que sabía. Por Montaigne. El contexto histórico, social y cultural, la Atenas de Epicuro, me ha hecho columbrar un cierto paralelismo con el presente. Era un mundo crepuscular que parió dioses crepusculares, de carne, humanos y decadentes. Como ahora. ¿Quiénes serán los ídolos de ahora? Ha coincidido este inicio de mi estudio epicureísta con descubrir en Pinterest, esa herramienta extraordinaria del hoy, como Tumblr, una mina fotográfica sobre la Atenas del XIX y de principios del XX. Por esas imágenes en blanco y negro de la gran urbe en el último (tan mínimo) grado de su abandono, de su congelación en el tiempo, asombrosos documentos de una aldea llena de piedras labradas, puede sospecharse lo que debió ser el origen del proceso. En la introducción del momento histórico de Epicuro se citan nombres que son un eco: Demetrio Poliorcetes (tan cacofónico mote como eufónico significado: El asediador de ciudades), Demetrio Faleros, Aristóteles, Alejandro Magno. Tengo cierta conciencia de haber nacido en un mudo en plena mutación hacia otra cosa distinta para la que fui criado. La misma incertidumbre acerca del devenir y el mismo derrumbe ético y funcional de las instituciones, de los conceptos, de las nociones humanas, se daba entonces, aunque acentuado por la sangre, por la brutalidad, y por el estrépito del supremo edificio que a finales del siglo IV a.C se estaba cayendo en Atenas: el del ideal urbano, el de la ciudad, solar del hombre, plaza pavimentada y perfectamente circunscrita, confortable, separada del campo y del oscuro agros por el brillo fulgurante de la razón. Anyway, me he enrollado como una persiana. Como siempre. Me ayuda la concentración sobre mí mismo a apacentarme en mi propio Jardín, suspendiendo en el éter todo lo demás, manteniendo en tensión el cable de lo que nació para perdurar.
Por cierto, hoy es 14 de abril. Los macacos han vuelto a salirse de la jaula.