11-04-16

Han detenido a Mario Conde. Otra vez. Ya pasó una larga temporada a la sombra, cuando yo era un crío. Recuerdo que entonces los adultos repetían mucho una chacota, que se me quedó grabada: «Mario Conde te junta un millón de pesetas en el descanso de un partido de fútbol». Un millón de pesetas era entonces una cosa muy seria, para un niño de 5 o 6 años. Hoy sé que eso se puede ganar en una noche, descargando fardos de hachís en una playa. Claro que está siempre el riesgo de que te cojan de primo y tú formes parte del señuelo. Entonces pasarás una temporada en la sombra, como Mario Conde. O como dicen en mi pueblo: recogido. Fulano está recogido, cuando quieren decir que está en la cárcel. Me gusta. Tiene la cualidad sintética, sinecdótica, de los maravillosos eufemismos populares. La cosa es que también recuerdo a Mario Conde en televisiones y periódicos, en Twitter, presentándose a unas elecciones autonómicas no ha mucho tiempo, formando un partido: es decir, siendo parte activa de la comunidad pública, aleccionando a los ciudadanos, publicando libros, poseído por cierto espíritu consular, ciceroniano. No hay injusticia más injusta que la que se disfraza de justicia, dijo Platón, y no hay país más trastornado que aquel en donde los ladrones visten la toga nívea de la respetabilidad, los mediocres gozan del laurel, los hipócritas están nimbados, los que mienten gastan la seda pura de la verdad y los mezquinos tienen abierta las puertas del cielo. Iba a contar una sinergia mental (¿serendipia?) que se me ocurrió el otro día, pero ya mejor la cuento, eso, otro día. He terminado también Nuestra Señora de París y quizá escriba sobre la narrativa victorhugiana cuando acometa Los trabajadores del mar y El noventa y tres. Ahora toca, por fin, Epicuro.