Real Madrid 0-1 Atlético de Madrid
Entre el gol de Henry en el Bernabéu, en la ida de octavos de final de la Copa de Europa del año 2006, y el gol de Griezzman de ayer, hay, más o menos, diez años. Diez años en los que el Madrid ha dado varias vueltas sobre sí mismo, viajes astrales y travesías a ninguna parte que le han dejado donde estaba. Pero con 10 años más, 5 presidentes, más entrenadores de los que puedo recordar, muchos millones de euros gastados, tres Ligas más y una Copa de Europa. Más o menos como el Chelsea, y un poco mejor que el Manchester City o el Paris Saint-Germain. En el día de ayer, un Atlético a medio gas sostuvo todo el empuje de un Madrid mediocre, pero entero. Entero hasta el gol, que vino tras varias acciones de cierto peligro por parte del Madrid. La estocada destruyó emocionalmente a un equipo cuya consistencia es la de la mierda de pavo, la del fango o la de la plastilina. El Madrid no pudo porque sólo defienden 3 y los que atacan son sombras. Isco, James, son espectros vomitados por una noche oscura a la puerta de la discoteca que esté de moda en Madrid. Ronaldo ya es un enano golpeándose contra el espejo de Messi y al que el reflejo de su grandeza pasada, que fue y fue mucha, arrincona contra la pared. Zidane afronta un desafío muy taurino: sobrevivir cuatro meses a 12 puntos del líder, hacer funambulismo en la Copa de Europa y minimizar daños de cara a la confección deportiva de la campaña que viene; todo eso mientras acomoda el culo en un trono con forma de guillotina cuyo frontispicio reza: Florentino Pérez, el Robespierre de La Castellana.