Real Madrid 4-2 Athletic Club de Bilbao
Dos minutos sobre las cuatro, y ya ganaba el Madrid. El Athletic suele dejárselo todo en Bilbao contra el Real, siempre 90 minutos de paripé en que Vasconia ruge contra la España civilizadora, y todo eso. Hoy no se mostraron mansos. Hincaron diente arriba porque Zidane quiso que lo hicieran. Danilo por la derecha y Carvajal llenando el vacío existencial que deja Marcelo cuando no está; Kroos, Modric y Kovacic con James merodeando, para salir escalando la torre. Audaz y peligroso, como sabe este Madrid, champán con espinas dentro de las burbujas. Madrid felino, animal y menina de la Reina, elegante como un esmoquin de alpaca. Padeció el Madrid esta tarde porque Varane juega ahora más grueso: su finura original era tanta y tan delicada, su equilibrio individual entre la técnica, la musculatura y la medición del tempo es tan precario, que cuando no se muestra superlativo, parece mediocre. Y sufrió también porque el Athletic adivinó las costras por las que supura este Madrid, pecados originales que Zidane parece querer ocultar sublimando virtudes. Kovacic alarga al Real, lo hace muelle, lo mece sobre el río plagado de víboras, teje con Modric y con Kroos la liana de la que los delanteros pueden colgarse. Ronaldo lideró por fin, trepó hasta la cumbre e hizo suya la torre. Dos goles estupendos, bien ejecutados y precedidos por movimientos armónicos de los demás. La idea parece ser: adelante, Troya está ardiendo a vuestras espaldas, muchachos, no miréis atrás. No tenéis patria a la que volver. Desde ahora, para el Madrid, cada partido será una pelea por evitar la aniquilación. Probablemente, la situación donde mejor se desenvuelve este equipo plagado de medias verdades, porque podrá conectarse a la corriente telúrica de su Historia.
Cartas del Mediodía 