Real Madrid 6 – Real Club Deportivo Español 0
El Madrid fluyó desde el principio con esa plasticidad asesina que no tuvo en Sevilla, contra el Betis. Parece que será costumbre en el Bernabéu, masacrar a los liliputienses exhibiendo lo mejor de este equipo. Ronaldo, de pívot sobre la bombilla contraria, permitió a James, Modric e Isco trazar líneas y trayectorias infinitas, posibles y probables. Manó sangre de la cicatriz, limpia, muy roja y muy sana. Marcelo y Carvajal disfrutan mucho estos partidos tan agradecidos, carne de Youtube. Cuando el adversario tiene miedo, deja que Modric escale hasta el balcón, y entonces el Real erupciona. Benzema ejecutó los movimientos adecuados para rematar un mortero preciso de James: le dio con el hombro y dio lo mismo. Cristiano movió su cuerpo con astucia desconocida, cobró vida la esfinge: penalty. James chutó con su zurda clitoriana, como dice Mesetas, de lujuria amazónica y desidia tropical, y la pelota rebotó en alguien. Ronaldo se fue de dos en loable escorzo, hacia afuera, exagerado, que le obligó a arrojarse hacia el balón mientras todo su cuerpo giraba cual grúa de ACS. No como Messi que siempre va hacia dentro, hacia dentro, tanto que la pelota acaba gritando en silencio pégame, golpéame, mátame; ocurrió un minuto después de intentar quebrar a su marcador con un regate indefinido e indefinible que desnudó al emperador, aunque sólo ante los ojos de los iniciados: el vulgo disfrutó mucho con el posterior 4-0, y aquello sólo lo consignará este cronista de lo feo. Marcó de nuevo Ronaldo, de cabeza, el 5-0. Era ya la segunda parte y nada reseñable, sucedió. Hubo otro gol y hubieron suplentes correteando por el verde. El Madrid de Zidane parece acelerar, veremos si hacia ninguna parte.