07-01-16

El 7 de enero siempre fue un día triste. El día en que la hiperrealidad cae como un martillo sobre nuestras cabezas, pobres infelices moradores de esta tierra. Se acabó esa ficción alentadora, cálida, amable, de falso comunitarismo navideño pero que, ay, tan necesaria es para nuestra propia supervivencia. Cumplir años es muchas cosas. Creo que también es descubrir lo que de tablón de corcho flotando en el océano Polar Ártico tienen los rituales. A nosotros los occidentales nos va quedando eso, el jolgorio navideño: la carcasa. El 7 se acaba y no es que ingresemos en un mundo pintado de feísmo, es que, directamente, no nos queda nada. Aunque vivo en un sitio que es proclive a inventarse parodias autosatisfactorias, por eso no hay problema. Ni problemas, tampoco. Luego está el individuo, desamparado. Menos mal que tengo este blog. Facebook ya te saluda, y todo. Es, probablemente, la nota más destacada de hoy. Ha refrescado más, he adelantado algunas cosas pendientes, no he escrito nada pero, albricias, me he adentrado aún más en la regulación constitucional del poder judicial. Qué maravilla. Crecer, además, es rebajarse uno mismo las expectativas.

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s