A veces ocurre que uno lee lo preciso en el momento adecuado. O que la realidad se ajusta a la lectura. También, que lo escrito es tan bueno que adquiere la cualidad de la atemporalidad.
Decía Stendhal en Rojo y Negro:
«La gran desgracia de los pueblos de Francia y de los gobiernos por elección, como el de Nueva York, es el no poder olvidar que en el mundo hay seres como el señor de Rênal. En una ciudad de veinte mil habitantes, estos hombres forman la opinión pública, y la opinión pública es terrible en un país que tiene una constitución.»
Cada vez que abro Facebook, o cada vez que entro en uno de esos Facebooks en tres dimensiones que dan en llamarse bares o cafés, le doy la razón a Henri Beyle.