Salud y oclocracia

Real Madrid 10-2 Rayo Vallecano

El mismo día que la muchedumbre se constituye en déspota, el Barcelona de Neymar emperador urbi et orbe y Ancelotti ficha por el Bayern de Munich. La civilización lame sus heridas a la sombra de un ciruelo, porque sigue haciendo calor y eso que estamos a 20 de diciembre. Durante 15 minutos, el Madrid se adelantó, vio cómo el Rayo le trepanaba la caberza, fue abucheado por su estadio y recibió de Tito la victoria envuelta en un paño de seda con la sangre escarlata de Kroos. Once contra once, el Rayo expuso al Madrid ante la pesadilla interminable que lo azota desde hace más de 10 años: el rival domina el espacio y controla el tiempo, los de blanco persiguen ectoplasmas. El ekipo contrakultural de Vallekas is not Madrid asaltó los cielos como Podemos pero se dejó la cartera en la barra. El árbitro pitó un penalty ridículo y el Madrid se puso 3-2. La jugada también deparó la expulsión de Baena. La corrida de toros en la Maestranza degeneró en capea folclórica de pueblo valenciano. Se sucedieron los goles. La gente en el campo no parecía conforme. Ronaldo y Bale lucieron músculo como España invadiendo Perejil. Al Madrid no le pitaron después 3 penaltis diáfanos. Nadie festejó. Se vaciaban las gradas. Hinchado como el marcador, el globo madridista todavía acepta más humo. La goleada artificial sólo sirvió para el albozoro de los tuiteros. En el Bernabéu recordaron que una vez Madrid fue castellana, y tras el final del partido sólo ocurrió el silencio.

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