Los albores del fútbol moderno están llenos de historias extraordinarias. Una de las menos conocidas en España es la del Asturias. En el intermezzo entre el crepúsculo del deporte amateur y la expansión del profesionalismo, florecieron entidades que han dejado su huella en la Historia. Unas grandes, otras pequeñas. La huella del Asturias no es menor. Fue el primer campeón del fútbol profesional mexicano, y todavía es el club con más triunfos en la hoy conocida como Copa México. Su rivalidad con otro de estos protagonistas de la infancia romántica del balompié, el España, es aún recordada en el país norteamericano, y fue el embrión de la sociedad cultural hoy conocida en la vieja Tenochtitlán como Centro Asturiano de México.
El 7 de febrero de 1918, en medio de la I Guerra Mundial, «tres docenas de asturianos» reunidos en la casa del poeta de Ribadesella Antonio Martínez Cuétara, fundaron el Asturias. La idea, según recoge la web del Centro, era que el equipo estableciera un vínculo entre los emigrantes asturianos residentes en la capital de México. En esa reunión establecieron los colores del equipo (azul y blanco, como posteriormente vestiría el Real Oviedo, naturalmente, los colores del Principado) y la primera Junta Directiva provisional, así como la primera escuadra y el primer capitán: José Menéndez Aleu, uno de los promotores, presidente de la mesa fundancional y portero que fuera del Deportivo Español, club puntero del momento en México.
Contra lo que pudiera parecer, la unión no era un valor al alza entre los miembros de la numerosísima colonia de emigrantes españoles en Ciudad de México. Las dos sociedades deportivas pioneras en la comunidad, el España y el mencionado Deportivo Español, habíanse nutrido de casi todo el caudal humano procedente de España desde principios de siglo. Eran los conductores naturales de ese flujo, y de la pasión de estos emigrantes por el sport, tan de moda. La aparición de un nuevo equipo en el seno mismo de la comunidad era percibida como una amenaza por los dominadores de la Liga Mexicana de Fútbol Amateur Association, también llamada Liga Mayor de la Ciudad de México: el primer campeonato de la Historia del fútbol en aquel país, antecedente de la actual Primera División mexicana.
Esta Liga Mexicana fue creada en 1902, impulsada por la colonia británica que al amparo de la embajada del Reino Unido en Ciudad de México, pretendía cultivar la semilla de cierta vida social, económica y cultural que sustentara el saludo de México al siglo XX bajo la presidencia de Porfirio Díaz.
Este torneo estuvo integrado en su primera edición por cinco equipos cuyos nombres remiten inevitablemente a la emigración europea. Orizaba Athletic Club, Pachuca Athletic Club, Reforma Athletic Club, México Cricket Club y British Club.
El poeta, médico y editor periodístico Antonio Martínez Cuétara fue, a la sazón, el primer entrenador del Asturias. También su primer factótum. Él encontró el hogar primigenio del equipo: un campo sito en el Paseo de la Reforma de Ciudad de México, donde hoy se ubica la Colonia Cuauhtémoc, que sería bautizado, naturalmente, como Campo Asturias. Inmediatamente, el Asturias solicitó formar parte de la Liga Mexicana, quien, en lugar de admitirlo, lo sometió a «un juego con el Centro Unión» para poder así formarse «un concepto de sus aptitudes de juego». Luego de esto, la Liga rectificó, endureciendo las condiciones para aceptar al equipo: se formó una comisión calificadora y se elevó el número de «juegos» a dos. Uno contra el Centro Unión y otro con el Tigres, club que, no obstante, nada tiene que ver con el actual y célebre Club de Fútbol Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
El primitivo equipo del Asturias estaba formado por: Menéndez Aleu; Peláez; Álvarez, Obdulio Martínez Cuétara; Romano; Eladio Fernández; Junco; Sordo; Saturnino Crespo; Huerta, Argüelles, Díaz.
Hay fuentes que afirman que el Asturias empató el primero y no jugó el segundo; otras, que los partidos disputados fueron tres, no dos, y que el Asturias ganó 3-0 al Germania (el equipo de la colonia alemana), 1-0 al Tigres y empató 3-3 con el América, el equipo más famoso del país, andando los años. Sea así o de otra manera, el Asturias fue, finalmente, rechazado por la Liga Mexicana, aduciendo la salvaguarda de «intereses comunes» de los clubes constituyentes de dicho torneo, que en 1918 ya eran, aparte los citados fundadores, seis más: el Amicale Française, el Rovers, el España, el Deportivo Español, el Germania y el Cataluña.
El Asturias, honrando el carácter combativo propio del Principado, decide crear su propia liga: la Unión Nacional de Association Foot-Ball. Invitó para ello al Cataluña, al San Cosme, al ABC y al Águila de Pachuca. Unos tales hermanos De la Fuente costearon las tribunas del Campo Asturias, y el pequeño coliseo asturianista albergaría los partidos de la liga, cuya asistencia sería gratuita para todos aquellos que quisieran presenciarlos. Esto contrastaba con la política de la Liga Mexicana, lo que contribuyó a aumentar la popularidad de la liga del Asturias. La sociedad había resistido la marcha de algunos de los fundadores, desencantados por el rechazo de la Liga Mexicana, y conservaba el entusiasmo de los pioneros, lo que le permitía aguantar económicamente el envite.
El torneo, organizado en diferentes categorías, desde «reservas» hasta los seniors, fue un festival del club organizador. Ante el éxito rotundo, la Liga Mexicana recula, y acepta la admisión del Asturias con la condición de disputar tres partidos ante el Germania, el América y el Pachuca. El Asturias venció con holgura a los tres.
Comenzó así la etapa más brillante del equipo. Ya en 1919 pudo jugar la Copa Tower, alcanzando la final, en donde sería batido por el Germania. En la temporada 1919-1920, en su primera participación en la Liga, el Asturias asistió al triunfo final del Pachuca pero, sin embargo, logró su primer título: precisamente, la Copa Covadonga. Tal casualidad, que sin duda hubo de alborozar a la parroquia asturiana congregada alrededor del espacio comunitario de convivencia creado en torno al Asturias, se debe a que dicha Copa fue llamada hasta 1919 como Copa Tower, en honor del embajador británico Reginald Tower. En 1920, en aras de una hispanización del deporte mexicano, la Copa pasa a denominarse Covadonga por la influencia de la colonia española en la capital mexicana; influencia muy bien contrastada en la cantidad de clubes cuya nomenclatura hacía referencia directa a España. En 1921, la Copa Covadonga se transforma en Copa Eliminatoria, precedente directo de la actual Copa México.
El Asturias pronto adquirió renombre y fama en Ciudad de México. Empezó a ser conocido como «El equipo de la casona», por el gran caserón que albergaba su sede social. Su prestigio entre los emigrantes españoles acrecentó notablemente su número de socios, así como su poder adquisitivo. En 1920 fichó a su primer entrenador profesional, un ex-futbolista profesional escocés llamado Gerald Brown. El Asturias quiso desde el principio el lugar preeminente que ocupaba el España, y en 1921 se declararon la guerra.
Celebraba México ese año el primer torneo de fútbol que reunía a equipos de todo el país: la Copa Centenario en honor del «primer Centenario de la Consumación de la Independencia de México». Irónicamente, el torneo tuvo un marcado carácter español, pues dos equipos cuyas raíces estaban en la antigua metrópoli, alcanzaron la final. Del 7 de agosto al 25 de septiembre, quince equipos venidos del Distrito Federal, Jalisco, Hidalgo y Veracruz se juntaron para competir por la primacía del fútbol nacional. Tamaño acontecimiento provocó desórdenes inauditos hasta el momento: a eliminación directa, España y Asturias llegaron a la final, éste último dejando por el camino al luego poderoso América en un partido que se tuvo que jugar tres veces.
En la final, el árbitro determinó la polémica que acompañaría las trayectorias históricas de España y Asturias. Venció el España por 2-0 luego que un tal Mr. Moore pitase un penalty a favor de los españolistas. El Asturias, ante la algarabía del público, abandonó el partido como señal de protesta. Entonces el España sacó de campo y, sin rivales que lo impidieran, marcó el segundo gol. El graderío despidió el partido gritando «mueran los gachupines».