Real Madrid 0 – 4 Fútbol Club Barcelona
El topónimo Estambul viene del sintagma griego Eis ten Polin. En latino, A la Ciudad. Cuando los turcos tomaron Constantinopla tardaron muy poco en cambiarle el nombre. La bautizaron con el del anhelo que les había movido durante siete siglos. Constantinopla era la Ciudad; el Basileus era el Rey: en el paisaje simbólico de esa gente, aquello era todo cuanto contenía el mundo. Ellos, que habían nacido en un aduar, querían poseer el mundo. Lo tuvieron. El imperio romano de Oriente tenía la belleza y la praxis. Tenía la complejidad y tenía la palabra. Pero era una flor caduca. Cuando Gerard Piqué abroncó a Munir por no cederle la pelota y marcar el 0-5 en el Bernabéu, sentí que esa potencia motriz la tiene el barcelonismo. Es irresistiblemente suya. El Madrid es la Ciudad.
No sólo es la ciudad: es la razón de su existencia. Para ellos el Madrid es el espejo que les ha hecho crecer hasta las cotas que habitan ahora. Nos han barrido en este siglo y siguen teniendo hambre y deseo de destrucción.
Nuestro gran problema: hace 30 años nadie se acercaba a nosotros en España y por lo tanto todo lo que no era nuestra victoria era un accidente al que no darle más importancia. En la actualidad el Barça, al que hemos dejado crecer y crecer es nuestra Némesis. Y por desgracia nos está ganando la partida.
Siguiendo tu ejemplo, lo que algunos jugadores debieron sentir ayer fue similar a los habitantes de Constantinopla al ver llegar los cañones turcos de boca ancha. La diferencia es que los habitantes de Constantinopla no aplaudieron a las tropas turcas que entraron en la cuidad porque sabían lo que les esperaba.
Genial entrada.