Real Club Celta de Vigo 1 – 3 Real Madrid
Cuatro de la tarde en Balaídos, ciudad de Vigo. El césped estaba amarillo, la pelota saltaba como un conejo de caza que lleva detrás un par de galgos. El Celta recibió al Madrid con miedo, sin creerse triunviro del liderato. El azul oscuro de la equipación ayudaba a los madridistas a ser percibidos como entidades inframundanas. Así, el Madrid marcó pronto. Una serie de arabescos en tres cuartos de cancha rival culminó con un buen movimiento de Lucas Vázquez. Ronaldo acompañó el desmarque y empotró el balón contra la red de potente chut con la derecha. El 0-2 llegó cuando el Celta incidió sobre su virtud, que es la asociación. El Madrid dejó de tener cuatro brazos y el Celta creció de golpe medio metro. Nolito empezó a requebrar pero el Madrid camufló su incertidumbre con la ropa vieja del contragolpe. Jesé abrió hacia la herida en la derecha y Danilo acompasó sus patas largas al tempo de la jugada, fulminando al portero con un bonito disparo ajustado. Luego se sucedieron varias paradas sobrenaturales de Keylor Navas que sólo cabe explicarse desde la predestinación contada ya por los trágicos atenienses del siglo IV a.C. Nolito requebró por penúltima vez sobre el 85´ marcando un gol estupendo desde fuera del área. Su equipo ya estaba con 10. La expulsión de Cabral aburguesó al Real y a pique estuvo de perder el botín a fuer de conceder un ciento de jugadas sucias en el vestíbulo de Navas. En la última acción del partido, Marcelo ofreció de balde a Ronaldo una lección sobre cómo ha de definirse una situación de uno contra uno frente a un portero que sale achicando el espacio.