Observaciones americanistas de un brigadista internacional

Me han parecido interesantes algunas observaciones del capitán inglés Tom Wintringham acerca del carácter estadounidense que pudo constatar en su trato con algunos miembros de los famosos batallones Lincoln y Washington.

«Enseñar a los americanos a ser soldados es una cosa, ya que tienen poca tradición de guerra pero una gran aptitud, pero enseñarles a ser oficiales, aunque sea de los de menor rango, es otra muy diferente; estos hombres poseían en muchos casos experiencia y toda una tradición de liderazgo e iniciativa, pero era una tradición poco común que necesitaba de una necesaria adaptación. Su movimiento sindical, contra los patronos que usan la violencia y la ilegalidad según la típica gran escala norteamericana, produce unos líderes obreros estupendos y su liderazgo ha de ser, a menudo, autoritario y muy acostumbrado a la acción rápida, pero es informal. Por el contrario, la guerra es, en algunos aspectos, un asunto muy formal, muy sujeto a las normas. El sistema de liderazgo americano, cuando es progresista, es democrático hasta el extremo. No resulta nada fácil intentar definir qué tipo especial de democracia es ésta y el asunto me llevaría demasiado lejos, pero lo cierto es que permite siempre los comentarios libres y contradictorios de cualquiera que esté rondando por allí, se trata más de un cúmulo de entusiasmos que de una mera votación entre dos opciones, con la inclusión permanente de los debates como válvula de seguridad para los descontentos, pero también -y esto es muy importante- como una forma de cooperación eficaz entre el líder y estos mismos descontentos. Esto incluye una falta total de la privacidad; todos los actos y el pasado personal de los representantes o del propio líder se exponen a la opinión pública. Pero como una parte dialéctica de esto -de suyo, un tanto contradictoria- se da a la vez una increíble tolerancia. La ocultación de cosas, la pretensión, la hipocresía, los típicos códigos de comportamiento propios de las clases altas no se toleran aquí, aunque el líder puede «cargar con su cruz» -si es que la tiene- si quiere hacerlo o puede soportarlo. La exageración, la excentricidad, el individualismo, lo chocante no son nunca obstáculos; es más, pueden ayudar al líder; pero el líder será abucheado sin piedad si se permite algún vicio sin importancia, como cruzar los cordones de los zapatos en vez de llevarlos rectos, en línea. No quiero decir con esto que haya una exaltación de lo trivial, la misma fuerte presión hacia la uniformidad hace que se aplique a todo, a las pequeñas cosas y a las no tan pequeñas, hasta llegar a las más grandes. En cuanto a la mayor cualidad que los americanos demandan de sus «oficiales», ya sea en política, en la lucha industrial o en la guerra, es siempre el valor. 

(…)

Las tropas europeas de la Brigada Internacional contribuyeron al bagaje de instrucción guerrera de la Brigada con su experiencia en la lucha de 1914-1918. Los americanos contaban con muy poca de esta experiencia. Los europeos también contribuyeron con lo que se les había enseñado en sus ejércitos cuando fueron reclutas. Los americanos se perdieron totalmente esta formación. ¿Cómo entonces podrían llegar a alcanzar los niveles de sus amigos y de sus rivales en la batalla? Suponían que el arte de la guerra era una cuestión de ser valientes -una ilusión de quinceañeros que está muy extendida por todas partes-. Creyeron que harían su trabajo tan bien como lo hicieron y que se ganarían el respeto de España y de las Brigadas por su bravura. Es cierto que eran bravos y es cierto que también se ganaron el respeto por ello; la visión de la guerra como un carnaval de valentía, una romántica licencia para todo, se encuentra profundamente enraizada entre los hombres. Pero, de hecho, no desarrollaron su verdadera potencialidad máxima a base de valor; lo hicieron porque casi todos usaron la cabeza. Estudiaron, aprendieron y pensaron. Esto era algo de lo más normal para ellos -que no para nosotros-, porque la técnica básica de América se basa en que el trabajador no es un artesano que hereda y difunde poco a poco un conjunto de habilidades y conocimientos, sino un explorador en una selva de maquinaria y de materiales cambiantes a los que debe llegar a dominar y entender la mayoría de las veces por sí mismo (ése no es, ciertamente, el estilo de producción en cadena de las fábricas Ford, pero es que estas no resultan tan numerosas como la gente cree, y cada pocos años están obligados a prolongadas reorganizaciones, reajustes para nuevos modelos, etcétera, lo que afecta a los obreros -que no trabajan «en» la cinta transportadora sino «sobre» la cinta transportadora- forzándoles a realizar nuevas brutalidades productoras y nuevos milagros). En ésta y en otras docenas de formas de la vida americana estaban bien instruidos los yanquis que vinieron a España para hacer lo que otros aprendían con mayor dificultad: pensar por ellos mismos mientras se encontraban en plena acción.»

Comprende uno muchas cosas de su sistema político; de lo avanzado de sus estrategias comunicativas, de la selección de sus líderes, de la vinculación trust-congressman, así como de lo lejano que podemos continuar aquí si el único método de aprehensión que usamos es la emulación literal y no el conocimiento profundo.

De Thomas Winthringham, en Un capitán inglés en las Brigadas Internacionales. 

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