El evzon y la bandera

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Ahora que está tan de moda la dialéctica falaz de Democracia y dignidad (encarnada por el actual Gobierno griego) contra nazismo (materializado en la figura de la canciller alemana Angela Merkel), creo procedente rescatar una historia muy interesante. Es la del evzon Konstantinos Koukidis. Lo de Koukidis es una de esas cuestiones que navegarán siempre entre el mito y la realidad, entre la propaganda, y lo factual. Hay algunos ángulos oscuros en su historia aunque, no obstante, parece demostrada su autenticidad al menos en lo mollar. Sin embargo, hay un hecho muy cierto, absolutamente demostrable, encadenado a la leyenda del evzon Koukidis: la proeza de Manolis Glezos y de Lakis Santas, los dos jóvenes griegos que en 1941 escalaron la Acrópolis de noche y robaron la bandera del III Reich. El cual fue, a diferencia del IV Reich (disparate criminal sostenido por algunos tarados) tremendamente real, como bien sabe Europa.

El de los evzones es un cuerpo de élite del ejército griego a cuyo cargo está la Guardia Presidencial. Custodian el Parlamento, la tumba del Soldado Desconocido, en la Plaza Syntagma, y la residencia del Presidente de la República. Su uniforme es tan inconfundible como el de los alabarderos reales de Buckingham, y su hieratismo está a prueba de bombas, literalmente: en 2001, un cóctel molotov impactó en una de las garitas ubicadas frente al Parlamento, y el evzone centinela no abandonó el lugar que le habían mandado guardar hasta que la garita se consumió en llamas y a él se le estaba quemando el pharion sobre la cabeza; en 2010, un individuo colocó un explosivo de fabricación casera frente al puesto de los evzones en Syntagma. El oficial al mando preguntó tranquilamente a sus hombres si querían abandonar el lugar, lo que negaron levemente con la cabeza, sin dejar de mirar al frente con el ceño serio e inexpresivo.

Unidos, en el imaginario colectivo del pueblo griego, al recuerdo de los kleftes, los evzones gozaron desde el principio de gran popularidad, puesto que encarnaban el ideal del guerrero patriótico que combatía al verdugo extranjero y liberaba la vieja Hélade del yugo exterior.

El cuerpo de evzones tiene tres uniformes, pues tres son las áreas geográficas por excelencia de la Grecia moderna: el continental, el cretense y el pontino. Este panhelenismo estético se complementa con los dos uniformes adicionales del evzone continental, el de verano y el de invierno. No obstante, el más conocido es el continental clásico, con el pharion rojo en la cabeza a modo de casquete; el phermeli bordado en dorado sobre la casulla azul; la fustanela blanca como falda plegada cuatrocientas veces -cuatrocientos fueron los años que Grecia padeció el yugo turco-, el periscele o mallas, también blancas, y los zuecos rojinegros cuya borla negra en la punta hace tan inconfundible el vestuario del evzone como el del guardia suizo del Vaticano: los tsaroukís.

Su origen se remonta a la organización de los batallones de línea de la infantería griega tras la subida al trono de Otto I, en 1883. Comenzaron siendo una Guardia de Montaña, a la que se agregaron cazadores, batidores y hostigadores. A lo largo de su Historia han intervenido con papel destacado en todas las guerras emprendidas por el belicoso Estado griego, así como han desempeñado multitud de tareas diversas: tales como patrulla de fronteras, evacuación de ciudades (quizá fueron evzones a quienes Hemingway describió en 1919 quebrando las patas de los burros y tirándolos al mar en el puerto de Esmirna, en la Guerra Greco-Turca) , custodia de lugares de interés, etc. Guardando la bandera griega que ondeaba en lo alto de la Acrópolis de Atenas la mañana del 27 de abril de 1941, se dice que estaba el evzon Konstantinos Koukidis. Debía pararse en torno a la garita situada en la esquina sudeste de la Acrópolis, donde hoy se halla el Museo de la Acrópolis: al otro lado de una pequeña explanada que en la actualidad, llena de grava, separa la fachada principal del Partenón del muro oriental del recinto. Desde allí se dominaba a ojo de águila la vieja capital del mundo, y seguramente desde allí Koukidis hubiera podido intuir cómo una columna procedente del batallón motorizado de la Segunda Panzer-Division del ejército alemán cruzaba la ciudad desde las afueras, cumpliendo el ultimátum dado por Hitler al dictador griego Ioannis Metaxas seis días antes. Estaba terminando la Operación Marita, movimiento del Eje italo-alemán por el que Alemania ocupaba la Grecia continental asegurando el flanco mediterráneo en previsión de su inminente ataque a Rusia, y Mussolini aprehendía Creta para usarla como base aeronaval de sus operaciones en Libia.

Según dio a conocer al mundo en mayo de ese año el Daily Mail, en una información de su reportero en El Cairo, Costa Koukidis, el joven evzon, obedeció  la orden (dada por un tal «Capitán Jacobi» del que hablan algunas fuentes) de arriar la bandera nacional de Grecia de su mástil en la Acrópolis y colocar en su lugar la enseña del III Reich. Esta historia le había llegado al periodista británico por medio de sus fuentes en Grecia; «Costa bajó lentamente los colores de su país. Él se paró un momento, con los ojos fijos en el oficial alemán. Entonces, se envolvió la bandera alrededor de su cuerpo y se lanzó desde las almenas, a más de doscientos pies de altura.» La bandera alemana, a pesar de todo, terminó izándose. Hay pruebas de que la bandera nacional griega ondeó posteriormente junto a la nazi en lo alto de la Acrópolis, quizá para sofocar los primeros conatos de descontento popular en Atenas. Pero, prácticamente desde ese día, el mito del evzon mártir estaba creado. A pesar de que se detuvo a una multitud considerable de ciudadanos, de que se cerraron periódicos y se desplazó a la policía griega del control del orden público en Atenas, el acto de heroísmo suicida de Koukidis ya había prendido la antorcha de la resistencia en Grecia frente al invasor nazi.

Del sacrificio de Koukidis, más adelante, se hicieron ilustraciones, imprimieron carteles y se cursaron sellos conmemorando su martirio; hace unos años se filmó, también, un corto que cuenta sucintamente su historia. Pero, ya en aquel momento turbulento, confuso y peligroso, su acción fue propagada boca en boca por Atenas y las principales ciudades griegas, alimentando el espíritu combativo de la población y llevando, en su cualidad simbólica desprendida de la verdad histórica del hecho, a emular su acto con otros parecidos, como fue el caso de la hazaña de Glekas y Santas. Pero eso se contará aquí más adelante.

En el año 2000, tanto el alcalde de Atenas en aquel momento, Dimitris Avramopoulos, como el Director del Departamento de Historia del Ejército, Ioannis Kakoudakis, refutaron la existencia real de Koukidis puesto que, tras una investigación en los archivos del cuerpo de evzones, no se había encontrado evidencia del paso de ningún Konstantinos Koukidis por la unidad. Hay una foto, circulando en Internet, que lo identifica vestido con el uniforme continental de invierno, pero es imposible verificar si corresponde en justicia al joven evzone, del que por lo demás no se sabe de qué parte de Grecia procedía. Ciertamente, las fuentes del corresponsal del Daily Mail eran vagas, tanto como la disciplina y el orden entre las fuerzas armadas griegas en aquel instante crítico de la Historia del país. Hay quien afirma que Koukidis fue en realidad un joven miembro de las Ethnikís Orgánosis Neoléas, en latino, la Organización Nacional de la Juventud: una especie de Falange griega compuesta por muchachotes de vigoroso y ardiente patriotismo, profascista, afín al régimen de Metaxas, y cuyo lema era Una nación, un rey, un líder, una juventud. Los EON vestían de oscuro, de forma similar a otras organizaciones juveniles profascistas de Europa en aquel momento. Desde la amplia avenida que circunda la Acrópolis, en la que hoy están establecidas las principales embajadas que las naciones europeas tienen en Atenas, y desde el pequeño barrio de Anafiotika, en el otro costado de la gran colina, la bandera y la muralla se ven muy lejanas. En una mañana despejada de abril, seguramente haría sol: mucho sol, y una figura negra cayendo en picado desde el Partenón podría ser confundida fácilmente con el uniforme de invierno de los evzones. No obstante, a diferencia de otras asociaciones de la misma naturaleza, las EON no estaban emparentadas con ningún partido, a la sazón prohibidos todos bajo el régimen de Metaxas. Eran, como la propia autocracia griega, profundamente nacionalistas, y la mayor parte de sus miembros se integraron en núcleos de la Resistencia griega tras la ocupación alemana.

Dado el turbulentísimo período que se abrió en Grecia tras la ocupación nazi, cuyos efectos se prolongaron hasta 1950 en la llamada Guerra Civil griega que enfrentó, grosso modo, a comunistas y monárquicos y fuerzas anticomunistas, no parecía muy conveniente que uno de los iconos del orgullo nacional griego fuese sospechoso de pertenecer a una organización cercana al fascismo. Era, naturalmente, mucho mejor que en la conciencia nacional, Konstantinos Koukidis figurase como un evzon, quienes eran, entonces, la cara y los ojos, la parte más relevante y reconocida internacionalmente de las fuerzas armadas de Grecia.

Sea como fuere, la existencia de numerosos testimonios de gente que vio lanzarse a Koukidis desde lo alto de la Acrópolis en aquella mañana de abril y desgranarse en la calle Thrasyllou (donde hoy se erige este monolito en su memoria) y ser trasladado, sobre el carro de un vendedor de hielo, al Primer Cementerio de Atenas, entre el Templo de Zeus Olímpico y el Estadio Panathinaikó, parece demostrar que la acción de la bandera ocurrió realmente. Lo cuenta John Carr en su Defensa y caída de Grecia. Koukidis, evzon o no, forma parte de la Historia heroica de Grecia, casi en el mismo lugar que otros baluartes de la defensa a ultranza de la patrie en danger como Temístocles, Milcíades, Filípides, Leónidas o Karaiskakis, puesto que la opresión nazi fue también ligada emocionalmente a la herencia mística de la lucha por la independencia contra el imperio otomano.

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