Pablo Iglesias ha sido entrevistado hoy en Onda Cero por Carlos Alsina. Ha sido interesante. Quiero destacar dos cosas: una, lo cenital del discurso de Iglesias, que es la cuestión constituyente. Ha insistido hasta tres veces en la gravedad del asunto, y de lo importante que es, a su juicio, abrir un proceso fundacional que dote a España de una nueva constitución. Se puede argüir lo que se quiera a este asunto, pero lo cierto es que esta es la idea-fuerza que gravita tras la dialéctica podemita. O mejor dicho: se presentan, han nacido, están aquí, para esto. Abrir un proceso constituyente, huelga decirlo, es innecesario, fútil y peligroso en el momento actual. La Constitución de 1978 no necesita ser derogada, sino enmendada, y en varios asuntos muy concretos: subsanar los errores y asimetrías del Estado autonómico, implementando un modelo federal claro y delimitando muy bien las competencias acerca de asuntos sustanciales como la seguridad nacional, la Defensa, la educación, la sanidad, el Senado, el fin de los obsoletos y del todo improcedentes fueros navarros y conciertos vascos; el reforzamiento del poder municipal, la supresión de Diputaciones, Mancomunidades y otras entidades prescindibles entre gobiernos autonómicos y municipales, y algunas otras cosas. Lo de la jefatura del Estado, si viviésemos en un tiempo normal, y los españoles no mostrasen tendencias muy poco cívicas acerca de ésta y otras cuestiones, podría abordarse. Me temo, no obstante, que habrá que esperar algunas generaciones más para afrontar ésta y otras situaciones no emergentes, aunque sí pertinentes. Tales como el sistema de selección del funcionariado público, la asimilación con el modelo anglosajón del servicio civil, la cuestión de organización interna de los partidos, la politización de la administración pública, etc. Asuntos complejos y redundantes que, sin embargo, suelen ocupar espacios poco menos que publicitarios, siendo tratados como meros eslóganes por los próceres políticos de nuestro tiempo. Un proceso constituyente es, básicamente, un disparate porque en España, gracias a «las cadenas del 78», gozamos hoy de las libertades y los derechos civiles que toda democracia moderna garantiza; de la seguridad jurídica del Estado de Derecho y de la seguridad asistencial del Estado de Bienestar que, también todo sistema parlamentario europeo y contemporáneo, blinda a sus ciudadanos, a pesar de todas las dificultades propias de una era turbulenta.
La segunda cuestión que, a mi juicio, conviene destacar de la entrevista a Iglesias hoy en la radio, es la de la enjundia política: Iglesias, al contrario de todos los líderes de la izquierda -de la de verdad, digo, de la marxista, no de la socialdemócrata- de los últimos tiempos en España, no habla como un perdedor. Su retórica es falaz y está llena de trampas dialécticas: hay que estar atento e irlas desactivando con cuidado, con artesanía de TEDDAX. Pero habla claro, conciso y convincentemente. Sobre todo, quiere ganar. Su porte discursivo no lo tiene ni Rajoy, que lleva toda la vida viviendo de esto, ni Pedro Sánchez; no lo tenía Zapatero, no lo tiene Alberto Garzón, y en cuanto a rotundidad y persuasividad, sólo puede comparársele Aznar. Iglesias mencionó, de refilón, a Izquierda Unida: «hay que superar esa vieja izquierda que sigue enganchada a una bandera nueva….» O yo tengo la mente un tanto calenturienta -quizá fuese que a las 9 de la mañana, en un invernadero, ya hace un calor de mil demonios- o Iglesias está abrazando la constitucionalidad al menos en lo simbólico, como paso previo e indispensable para hacerse con una masa de decisión suficiente como para plantear la cuestión primera, la del proceso constituyente.
Otra cosa es que esta gente podemita abra ese melón.
Sin duda, abrirían el melón si de ellos dependiera. Ese proceso constituyente es lo que hizo su presidente bolivariano de referencia.
¡Asaltar los cielos, recuerda!
Mejoras mucho cuando no escribes sobre el mandril