Veo en el telediario de Canal Sur que sale una noticia acerca de Iñaki Rekarte. Ya saben, el etarra renegado que mató a tres personas, fue condenado a 203 años de prisión, y se cayó del caballo no camino de Damasco, sino en la cárcel de El Puerto de Santa María donde cumplía condena hasta hace año y medio. Le hizo ver la luz, asegura, una «trabajadora social gaditana», con la que se casó. Poco me importan estas menudencias, siendo honesto. A lo que iba era al rótulo que en la noticia del telediario de Canal Sur que aludía antes le pusieron a Rekarte mientras hablaba: «Iñaki Rekarte, ex miembro de ETA». Me quedé pensando. Uno puede ser ex marido de alguien, puesto que el matrimonio es una acción que puede ser deshecha; se puede ser ex futbolista, ya que con cierta edad el ejercicio de la profesión balompédica se ve notablemente impedido por la condición física. Se puede ser ex muchas cosas, pero lo que no se conseguirá jamás es ser un ex asesino. La muerte, como ya sabemos todos, es irreversible: la crisis ética del periodismo parece que también empieza a serlo. Medité acerca de ese rótulo y concluí que Iñaki Rekarte puede arrepentirse y condenar el terrorismo al que dedicó muchos años de su vida. Puede ser, efectivamente, ex miembro de una banda criminal. Pero hasta que las tres personas asesinadas por su mano no sean ex muertos, Iñaki Rekarte continuará siendo, por encima de cualquier otra cosa, un asesino. Cuando apretó el gatillo tras la nuca de sus víctimas, o detonó la bomba lapa que las hizo saltar por los aires, transforóse para siempre en verdugo, en criminal. Sus actos perdurarán siempre puesto que, en el instante en que los cometió, desencadenó unas consecuencias que escapan al arbitrio de su subjetividad. La voluntad es voluble, cambiante, dúctil: más, los hechos no. Queda en el periodista ponderar si esta consideración pesa más o pesa menos que la circunstancia, meramente coyuntural, de que Rekarte ya no pertenezca al grupo terrorista ETA. En el caso que refiero de Canal Sur, el encargado de rotular tomó su decisión. El criterio periodístico elegido, naturalmente, también es irreversible.
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