Estaba cenando -un filete de salmón exquisito, a la plancha- cuando Luis Tudanca, el candidato del PSOE a la Junta de Castilla y León, estaba siendo entrevistado en el Canal 24 Horas. Tudanca, en respuesta a la pregunta cómo le está yendo la campaña electoral, comentó que estaba disfrutando del contacto con todos los estratos sociales: desde agricultores a desempleados, hasta, y cito textualmente, padres y madres cuyos hijos están exiliados en el extranjero. Me pregunto qué pensaría del epítome exiliado, aplicado a españoles de clase media que se ganan la vida como lavaplatos, camareros, pinches de cocina o mecánicos en Londres, Edimburgo o Bruselas, uno de los cientos de sirios, libaneses, iraquíes, kurdos, egipcios, palestinos, eritreos o libios que, para qué irnos más lejos, están pereciendo sin esperanza en el viejo Mediterráneo hoy mismo. Huyendo de guerras de aniquilación y exterminio.
Exiliado. Recordé entonces que ya había oído antes esa palabra, referida a lo mismo, en una cuña radiofónica del Partido Socialista, también en esta campaña electoral. Y es que en España, a pesar de todo, las cosas han cambiado muy poco; la inmoralidad se atavía con la misma impune máscara, hace 80 años o 10.