Hay nombres que perduran por sus obras, y nombres que perdura por política, entendiéndose por esto no el arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados, sino la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos. Esta actividad, que como todo movimiento, está precedida de un pensamiento o conducta anterior o previa, es, por ejemplo, la que desde la restauración democrática de 1978 hasta la actualidad, ha transformado figuras menores e irrelevantes, como la de Blas Infante, en nada menos que *padres de la patria andaluza*. Consagrándoles, en virtud de ello, plazas mayores, parques y jardines públicos, alamedas, avenidas, calles y todo tipo de espacios preeminentes de ciudades, pueblos y villorios de Andalucía. Los nombres que perduran, en cambio, por sus obras, no necesitan de este artificio de la oficialidad coyuntural para eternizarse en la memoria de los hombres: les basta con el valor intrínseco de lo que dejaron hecho. O dicho. Al nombre de Manuel Chaves Nogales no le han concedido todavía, que yo sepa, ningún parque público. No le hace falta:
Cada vez se ve con más claridad que para esta faena de gobernar dictatorialmente los pueblos no son precisas unas dotes excepcionales. Los grandes conductores de los pueblos que nos llegaban a través de la Historia se nos antojaban seres casi sobrenaturales. Ahora resulta que no; que un señor con gabardina que no acierta a pintar un cuadro decorosamente (Hitler), puede, merced a unas circunstancias providenciales, convertirse en uno de los seres señeros de la Humanidad; el mismo caso se ha repetido ya en Rusia, donde unos teorizantes mediocres han construido un formidable imperio, y en Italia, donde un periodista amanerado ha puesto en pie un país. Hay que pensar que las dictaduras favorecen el encumbramiento de las medianías, de los seres discretos con gabardina.
Lo que no está tan claro es que en un régimen liberal, democrático y parlamentario, donde todos los ciudadanos tienen sueltos los brazos y la lengua, esto sea tan fácil como en los regímenes dictatoriales. En este régimen -en el que los españoles estamos ensayando ahora- parece que los periodistas fracasados y los pintores sin fortuna no tienen tantas posibilidades de convertirse en semidioses de la noche a la mañana.
(…)
Hay que tener fe en las virtudes de un régimen democrático que haga posibles el de la justicia social dentro de las dificultades económicas del mundo. Lo único que podéis pedir -termina, dirigiéndose a determinados concurrientes- es un régimen en que podáis tener siempre lo que necesitéis, y cuando no todo, por lo menos el derecho de gritar como lo habéis hecho.
Manuel Chaves Nogales (Alemania bajo el signo de la esvástica, 1933; Conferencia en el Ateneo de Sevilla, 1933)