Las historias que están por contar son las mejores. Los textos mejores, más jugosos y llenos de vida: los que están en la cabeza, aún por escribir. Después de escritos, todos parecen grises y sucios; mal trabados y llena de goteras su techumbre fea. Este adjetivo pomposo, que sobra. Esta línea mal construida, a contrapié. Este sustantivo desubicado que grita sordo su orfandad desmesurada. Siempre suenan bien las historias que están por contar todavía, las imágenes en la cabeza, las más completas: en la mente de uno, todo tiene sentido, todo se desarrolla satisfactoriamente, todo encaja, todo está en el lugar correcto. La perfección, en ese estado etéreo, le lleva a uno a cometer más osadías que el mismo enloquecimiento transitorio que de vez en cuando trae la primavera, y que demasiadas veces se llama amor, antes de conocer el sentido original de las palabras.
Encantamento
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