Me acerqué con cierta desidia al ABC del 24 de marzo de 1936; al equivocarme en la elección de la fecha, me salió el del día anterior, 23 de marzo. Iba a enmendar el yerro cuando me fijé en la portada. Y como mi lado límbico, ese en donde anida la emoción y no la razón, todavía se resiste a no embelesarse con algunas fotos potentes, voy a colgar aquí la fotografía que llevó en cubierta el diario aquel día de aquel año. Portada encuadrada en el clima prebélico de aquella Europa en donde las democracias reculaban ante el empuje insolente de los totalitarismos jóvenes y violentos: unos soldados ingleses embarcando rumbo a Egipto, para vigilar de cerca lo que los italianos continuaban haciendo en Etiopía. Y como cansa tanto hablar de España -ya tendré tiempo en este dietario, cuando llegue junio y luego julio y todo eso-, dejo aquí la imagen-hipérbole de la Europa civilizada embarcando a sus hijos rumbo a la amenaza.
Es bonita, la foto. No me digan.
Y esto de Hayek (en realidad, podría citar el libro entero, que es epifánico):
Por qué los peores se colocan a la cabeza:
Hay tres razones principales para que semejante grupo, numeroso y fuerte, con opiniones bastante homogéneas, no lo formen, probablemente, los mejores, sino los peores elementos de cualquier sociedad. Con relación a nuestros criterios, los principios sobre los que podrá seleccionarse un grupo tal serán casi enteramente negativos. (…)
Si se necesita un grupo numeroso lo bastante fuerte para imponer a todos los demás sus criterios sobre los valores de la vida, no lo formarán jamás los de gustos altamente diferenciados y desarrollados; sólo quienes constituyen la «masa», en el sentido peyorativo de este término, los menos originales e independientes, podrán arrojar el peso de su número en favor de sus ideales particulares. (…)
Serán los de ideas vagas e imperfectamente formadas, los fácilmente modelables, los de pasiones y emociones prontas a levantarse, quienes engrosarán las filas del partido totalitario. (…)
Parece casi una ley de la naturaleza humana que le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio a un enemigo, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva. La contraposición del «nosotros» y el «ellos», la lucha contra los ajenos al grupo, parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un grupo para la acción común. (…)
Que el judío viniera a ser en Alemania el enemigo, hasta que las «plutocracias» ocuparon su sitio, fue, lo mismo que la selección del kulak en Rusia, el resultado del resentimiento anticapitalista sobre el que se basa el movimiento entero. En Alemania y Austria llegó a considerarse al judío como representativo del capitalismo, porque un tradicional despego de amplios sectores de la población hacia las ocupaciones comerciales hizo más accesibles éstas a un grupo que había sido prácticamente excluido de las ocupaciones tenidas en más estima. Es la vieja historia de la raza extranjera, sólo admitida para los oficios menos respetados, y más odiada aún por el hecho de practicarlos. Que el antisemitismo y el anticapitalismo alemanes surgiesen de la misma raíz es un hecho de gran importancia para comprender lo que sucedió allí; pero rara vez lo han comprendido los observadores extranjeros.
Friedrich A. Hayek. Camino de servidumbre