Quiero ser breve, en esta ocasión. Describiré ahora la tercera de las cartas propagandísticas que han llegado a mi casa: la de Izquierda Unida, la tercera fuerza parlamentaria desde 2012 en Sevilla. Izquierda Unida ha participado en el gobierno de la Junta desde esa fecha, formando coalición con la segunda de esas fuerzas parlamentarias, la socialista; de modo que el pacto de izquierdas resultante es el que ha venido rigiendo la comunidad autónoma. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que no de manera satisfactoria, puesto que apenas dos años y medio después de la formación de dicha alianza, la presidenta de la Junta de Andalucía (Susana Díaz) decidió disolverla y convocar otra vez elecciones legislativas.
El formato de la carta de IU es el mismo que el que este partido utilizó en 2014 durante la campaña de las europeas. Un formato minimalista, ostensiblemente más reducido que el preferido por el PSOE y también mucho menor que el usado por el PP. Por fuera luce así, con el eslogan «Transformar Andalucía», lema de acción al contener un verbo potente que implica nociones de cambio radical, de conversión, de modificación sustancial. Desde el punto de vista del enfoque, es un buen lema; no demasiado novedoso, pero bien elegido. Acertado para lo que es, la campaña electoral de un partido comunista.
En cuanto al texto de la carta, es este, cortito también, ajustado al formato. Como todo es minimalista y reducido, voy a ir añadiendo mis comentarios junto a cada frase o palabra, maximizando el espacio. Además, no tengo muchas ganas de escribir, esa es la verdad. La carta viene sin firmar, constato. Se supone que quien suscribe estas palabras es Antonio Maíllo, uno de los dos candidatos comunistas que concurren a estas elecciones, pero como no viene firmada, sólo podemos hacer eso: suponer. La disolución del individuo dentro del magma colectivo y colectivista, por lo visto, empieza por no firmar las cartas.
Transformar Andalucía (esto está muy bien, fíjense pues buena falta le hace. Pero no sé qué me da, que la transformación que ustedes pretenden no es la que yo creo conveniente)
Andalucía es una tierra de gente trabajadora, luchadora y solidaria. (adjetivos muy bonitos, muy publicitarios, muy de acción, pero falaces. La gente. Odio las sinécdoques, y las abstracciones. Pues no, miren ustedes. En Andalucía hay individuos trabajadores, luchadores y solidarios, y también hay individuos que no lo son. O que son trabajadores pero no comparten el sentido que ustedes le dan a solidaridad. Los hay bajitos y calvos, los hay vagos, los hay que luchan por lo que creen conveniente, y los que no. Como en todas partes) Es el momento de que tomemos las riendas para construir juntos la Andalucía que queremos. (¿cuál es esa Andalucía?)
Nos mueven los principios (son ustedes hábiles, no lo niego. Aquí deslizan una finezza retórica: a nosotros nos mueven los principios, etérea afirmación que sobrevuela positivamente sobre la mente de quien la lee o escucha; pero, ¿véis, andaluces? a los otros no, a los otros los mueven cosas más feas y prosaicas, más turbias, nada comparable a nuestros prístinos e impolutos principios), aspiramos al cambio con políticas de izquierda (ugh). Tenemos un proyecto para transformar Andalucía con justicia social. (¿éste es el proyecto? ¿la justicia social? O sea, la planificación económica. Pero no una planificación que implique un ordenamiento jurídico, legal y normativo óptimo para el desarrollo de las leyes de la libre competencia entre los ciudadanos. Al fin y al cabo son ustedes comunistas, aunque no les guste reconocerlo. Pero reconozcan que con justicia social ustedes están hablando de redistribución forzosa de las rentas, infracción de la propiedad privada y planificación dirigida y centralizada de la economía de la sociedad)
Queremos construir un futuro (esto es precioso, precioso, es un circunloquio exuberante que queda fetén en cualquier discurso) con empleo digno (qué van a hacer ustedes para conseguir esta dignidad: yo intuyo que esto significa ampliar aún más la macroencefalia del Estado, pero sorpréndanme), igualdad (¿no la hay? ¿en dónde? ¿en qué? ¿cómo pretenden asegurarla, en caso de no haberla?), acceso a la vivienda (¿van a pagarle con dinero público una casa a cada andaluz, o cómo va esto? ¿corresponde a la administración pública el buscarle y asegurarle una vivienda a los ciudadanos?), educación y sanidad públicas de calidad (¡otra vez el maravilloso sintagma!), derechos sociales (¿?), transparencia (miren, en eso sí que estoy de acuerdo. Explíquenme cómo lo harán) y participación (¿cómo van a hacer más participativa nuestra democracia representativa? Pero digan algo, buenas gentes): una Andalucía que derrote a los corruptos. Frente a los poderosos que defienden sus privilegios, somos la garantía de que la crisis no la pague la gente. (esto, que además de abstracto, es una paja mental, roza una miqueta lo inmoral, puesto que tiene esa condición vaporosa e inexacta que han de tener todos los mensajes malintencionados e irresponsables)
Porque el reto es apasionante, hazlo realidad con tu voto. Con la fuerza de la izquierda. (la fuerza de la izquierda. Je, je. Voy a abrir un libro de Historia para ver en qué consiste esta fuerza). Con Izquierda Unida.