En esta serie en la que vengo analizando la propaganda electoral, en su forma epistolar, de las elecciones autonómicas andaluzas del próximo 22 de marzo, procedo hoy a analizar la socialista. Tengo que decir que siempre aguardo con especial delectación la carta del PSOE, puesto que este partido ha sido, históricamente -al menos en Andalucía- el que más ha cuidado el diseño, la estructura y el continente, en definitiva, de este tipo de comunicaciones. En la creencia, supongo, de que el medio, cualquiera que éste sea, también es el mensaje.
Intuyo que en estos últimos 3-4 años, el Partido Popular ha avanzado más por esta senda que el Partido Socialista; también es cierto que, comparativamente hablando, los primeros tenían un margen de mejora mucho mayor que los segundos. Recordando someramente la manera en que el PSOE andaluz diseñó la propaganda epistolar en su campaña de 2012, compruebo que en cuanto al sobre utilizado y su diseño gráfico, la similitud con el actual era muy acusada. Este es el envoltorio:
A diferencia del utilizado por el PP, el PSOE vuelve a usar la bandera blanquiverde y el sobre grande: a ojo, casi el doble de ancho que el pepero. Sobre la apropiación que el PSOE en Andalucía ha hecho de la bandera oficial de la autonomía habría que hablar largo y tendido; es un tropo propagandístico habitual en los partidos políticos contemporáneos: lo ha hecho el Partido Popular con la bandera de España, lo ha hecho Izquierda Unida con la bandera de la II República española, y lo ha hecho el PSOE andaluz con la bandera oficial de Andalucía. Es llamativo, no obstante, el recurso gráfico de los hastags. Ya saben, ese elemento puramente internetero, del 2.0, quizá el más característico, procedente de Twitter, usado con mucho éxito en esta red de microblogging para clasificar los temas de los que se pronuncian los usuarios y hacer más accesible el debate en torno a ellos. El uso del hastag como recurso propagandístico se ha hecho lugar común en esta campaña electoral en Andalucía: lo he visto en carteles de, prácticamente, todos los partidos, así que preveo una utilización masiva en la campaña electoral nacional del próximo otoño.
Este es el aspecto de la carta que acompaña al sobre, en la que se puede ver a una estilizadísima Susana Díaz sonriéndonos mientras posa con una chaqueta roja (nada es fortuito) sin lucir, aparentemente, ninguno de los signos externos del embarazo. Esto es sorprendente puesto que ella misma ha mencionado en más de una ocasión, en los distintos mítines, su propia condición de mujer encinta como supuesto rasgo distintivo positivo de cara a la asunción del poder ejecutivo en la comunidad autónoma andaluza:
Reza así la carta:
Hola,
El próximo 22 de marzo vas a poder decidir, con tu voto, el futuro de Andalucía. Te escribo estas líneas no para hablar de mí, sino de ti y de nuestra tierra.
Mucha gente de tu edad no quiere saber nada de política porque la identifica con la simple pelea entre partidos políticos o con la corrupción. Reconozco que hay razones para que penséis de este modo, y tengo claro que los políticos debemos hacerlo mucho mejor para transmitiros confianza.
Pero fíjate, las cosas que te preocupan: tener recursos para seguir estudiando, mantener tu beca, conseguir un empleo, cobrar un sueldo digno o no tener que irte de tu tierra para tener un futuro, todo eso tiene mucho que ver con la política.
Por eso, y por tantas otras cosas es tan importante que el próximo 22 de marzo, cuando vas a poder decidir el gobierno de Andalucía, tengas voz y ejerzas, desde tu libertad, el derecho a elegir.
No es verdad que todos los que estamos en política somos iguales. No todos defendemos la misma idea de sociedad. En Andalucía estamos demostrando que se puede gobernar de otra manera. Sin que la crisis la paguen los más débiles. Manteniendo la educación pública y de calidad y la sanidad universal y gratuita. Movilizando todos los recursos para crear empleos dignos. Siendo implacables con la corrupción, caiga quien caiga.
Creo que el PSOE de Andalucía es el único partido que sabe y puede, de verdad, sacar nuestra tierra adelante. Por eso te pido que confíes en mí y que nos apoyes con tu voto, por una Andalucía mejor.
Un fuerte abrazo.
Bueno, qué quiere que le diga, señora Díaz. Lo primero es ese Hola, tan directo, tan coloquial, tan chachipiruli, tan unicórnico. No necesito que mis representantes públicos hablen como se supone que habla la gente joven; que sigan ustedes cayendo en estos clichés, en estos amaneramientos clásicos de quienes pretenden enmascarar su retórica zafia en modismos atribuidos a los jóvenes, sinecdóticamente, a los jóvenes: hola, qué tal, cómo va eso, tronco.
Para qué incidirle en lo del tuteo. Sería repetirme. De sus dos primeros párrafos deduzco que ustedes han segmentado a la población adulta en Andalucía y escrito varios modelos de carta: me desmienten la creencia expresada al principio de que la orfebrería socialista en cuestión propagandística habíase atascado en su lado formal. Es un buen punto, les felicito. Es un primer paso para articular mensajes distintos, adecuados a las realidades diferenciadas de los diferentes targets electorales. Dentro del proceso, basto, de comunicación electoral que se estila en España, esto ya es algo. Pero vuelven ustedes a caer en el cliché: qué sabrá usted, Susana Díaz, de mis motivos para interesarme o no por la actualidad política. Qué sabrá usted si yo quiero saber o no saber de política. Reconoce usted «que hay razones para que penséis de este modo», pero no alude usted a ninguna; también, «que tengo claro que los políticos debemos hacerlo mucho mejor para transmitiros confianza», pero tampoco dice cómo. No esperaba otra cosa, para qué voy a mentirle.
Abusa usted -como el resto de candidatos, por otro lado- del artefacto posesivo: nuestra tierra. Tu tierra. Mi tierra. Etcétera. Le digo de nuevo: qué sabrá usted. Yo sé que es imposible personalizar el discurso electoral, pero tampoco es esto lo que les estoy pidiendo. Sólo quiero que no me supongan miembro bovino del rebaño: que me deje decidir qué es lo que yo considero mío y por qué, más allá de ser el lugar de nacimiento una circunstancia fortuita y azarosa.
Quiero detenerme en su penúltimo párrafo. Considerado globalmente, es bullshit. Pero voy a referirme singularmente a algunas frases. «En Andalucía estamos demostrando que se puede gobernar de otra manera. Sin que la crisis la paguen los más débiles.» ¿Quiere usted decirme, de verdad, qué significa todo esto? ¿Quiénes están demostrando en Andalucía que puede gobernarse de otra manera? ¿el Partido Socialista? Permítame que me ría, a mandíbula batiente. Si esa afirmación, tras tres décadas de atraso económico, industrial, educativo, político, intelectual y de cualquier otra índole, es ya constitutiva de oprobio público, la segunda es poco menos que una inmoralidad: que la crisis la paguen los más débiles. ¿Qué es esto? ¿Qué significa? Sé que la banalidad es gratuita; que no cuesta, ni dinero, ni apenas tiempo, ni esfuerzo de tipo alguno. Pero son, precisamente, estas afirmaciones frívolas, estos bizantinismos cargados aparentemente de indiferencia, los explosivos más siniestros contra la democracia: eslóganes hueros de esta clase son los que cargan la propaganda que agita mentes poco trabajadas.
Quiero también valorar el sintagma «educación pública y de calidad». Cada vez que alguien utiliza ese complemento directo, el mensaje ha de se desechado ipso facto: lo que contiene es mierda. La educación pública, en España, lleva en peligro desde los 80 y no, precisamente, por ninguna de esas amenazas sombrías que usted sugiere con el estilo sibilino y chabacano que caracteriza la propaganda de izquierdas en España; amenazas inconcretas, porque no pueden concretarse, sino sólo deslizarse con frases como la de antes, la de los más débiles, pero que a ustedes les sirven extraordinariamente bien para arrojar oscuridad al debate libre susurrando cuentos fantasmales sobre los individuos menos formados y más ignorantes; la educación pública en España es manifiestamente mejorable pero no es ese el foco sobre el que ustedes quieren colocar la cuestión: no les interesa si el licenciado, el graduado, el diplomado, es un individuo correctamente formado, libre, preparado para ser productivo, sino si la Universidad continúa siendo un valle fértil para las múltiples redes clientelares sobre las que asientan su control del poder político en Andalucía desde hace tantos años.
«Movilizando todos los recursos para crear empleos dignos». Esto, intuyo, significa: seguir ampliando el Estado elefantiásico, seguir obstruyendo la libertad individual del ciudadano; continuar convirtiendo al individuo en dependiente de la red clientelar, del cacique; seguir coartando el acceso del hombre a su independencia económica, base de todas las demás independencias; seguir ejerciendo de embudo omnímodo de cualquier iniciativa que conduzca a la prosperidad. Seguir, en suma, parasitando la sociedad de Andalucía, chupándole la sangre como un vampiro gigantesco, reduciendo a la servidumbre a los ciudadanos. ¡Una servidumbre disfrazada de libertad! ¡una servidumbre pagada por los contribuyentes, que cada vez son menos!
«Creo que el PSOE de Andalucía es el único partido que sabe y puede, de verdad, sacar nuestra tierra adelante». Menos mal, estoy tranquilo. Hasta ahora, casi cuatro décadas después, creía que lo estaban haciendo de mentira.