4 de marzo de 1936 (¿Quién es el dueño de esta pocilga?)

El propósito de este dietario era, en origen, comparar en la medida de lo posible lo que se relataba en los periódicos de 1936, día a día, con lo que se publica en los medios de hoy, 2015; pero los propósitos, como los hechos mutantes que decía aquel disparatado intento de periodista deportivo, mutan. Adquieren cualidades móviles, pues se mueven a voluntad. Hoy no voy a hablar de 1936. Hace algunos días que vengo espaciando la publicación de este dietario. En puridad, no encuentro motivos suficientes que me lleven a escribir sobre eventos novedosos, y para repetirse, ay, siempre hay tiempo. El caso es que hoy les vengo a poner aquí algunas cosas interesantes. Arcadi Espada, del que ya he dicho muchas veces siento admiración profundísima y respeto de discípulo a maestro, es una espada necesaria. Quiero decir, que da espadazos precisos, rotundos, absolutos, con precisión quirúrgica: que su incisión intelectual en la podredumbre del relato de las cosas, de la realidad de España, hace de guía, sirve de consuelo, por así decir. Aunque para llegar al trozo de tarta del Gran Público que se esconde tras el televisor haga falta que Arcadi Espada, un periodista hecho a sí mismo intelectual por fuerza de su voluntad, entre en donde Ana Rosa Quintana así. Esto es justo lo que necesita la actualidad mediática de este país, de esta España mecida por los cantos de la lengua bífida de la política emocional; discursos sanguíneos, casi denuestos, cuyo aroma desprende el viejo perfume del totalitarismo remozado. Hoy, Arcadi, sword, alfanje, tizona de elementos indeseables, justamente el día después de encargar vía Amazon su Periodismo Práctico, ha ofrecido en prime time una valiosa lección que este podemita madrileño, el señor Alegre, Luis Alegre Zahonero, miembro del Consejo Ciudadano de Podemos (fabuloso nombre, ¿acaso podría ser otro, el Consejo? ¿acaso podrían ser militares los que lo componen? ¿quién hace la política, sino los habitantes de la polis, de la civitas, los ciudadanos? doctores en la tautología son estos epítetos con piernas) jamás olvidará. Hoy, o ayer, también el señor Ramón Espinar Merino, de Ganemos Madrid (esta interminable sucesión de apelaciones a la primera personal del plural, a la abstracción colectiva, a la disolución del individuo, atenazado por la corriente mística embadurnada en voluntad divina del Nosotros, Los Buenos, Los Que Tenemos la Razón), decía en Tuiter esto:

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Sin entrar en los pecados paternos -a diferencia de gente como este señor, yo quiero distinguirme por juzgar al individuo según sus méritos y deméritos propios, no por los ajenos-, me gustaría acabar incidiendo en esta fórmula esotérica, tan característica de estos totalitarios, ese recurso dialéctico del «arriba» y «abajo»; «los de arriba», que según Ramón Espinar, son «ellos, los otros, Ciudadanos», sugiriendo un oscuro control fáctico del partido de Albert Rivera por parte de algún organismo gothamniano, pérfido enemigo de los niños y los pobres; ese «movilización por abajo» del que este hombre (no lo dice, pero lo desliza) se declara perteneciente. ¿Un hijo de ex-alcalde, ergo ex-funcionario público, reconocido usuario de una de esas tarjetitas negras que tanto juego propagandístico les están dando a los –emos, forma parte de esa límpida y diáfana clase, estamento angelical oprimido por todos los bad guys del mundo, que son *los de abajo*?

Interesante.

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