Como en estos días, hace 79 años también se estaban entregando los Oscar en Los Ángeles. ABC le dedica algunas páginas iniciales de su edición del 26 de febrero de 1936. Seguramente, menos que las que dedica hoy al mismo evento, pero, claro, son cosas de los tiempos. Chaplin estrenaba entonces Tiempos modernos, esa maravillosa película que vi tantas veces en la facultad: fue probablemente una de las cosas que justificaron mi paso por allí. A propósito del cine, del cinema como escribían en ABC en esa fecha, hay un interesante comentario editorial, separado del cuerpo de la página por elementos tipográficos significativos, que quiero reseñar aquí:
Del «carnet» de un aficionado
La teoría y la práctica
En una crónica que Alyce Shupper envía desde Hollywood a nuestro fraternal colega «Blanco y Negro», encontramos este maravilloso panorama del «cinema» futuro: «Samuel Goldwyn», uno de los principales productores, ha dispuesto acortar los diálogos y dar más importancia a la labor del fotógrafo. Dice Goldwyn que las películas «están hablando hasta por los codos», y que ha llegado el momento de hacer cambios radicales. El éxito que han tenido «El motín de la fragata Bounty» y «El Capitán Blood» ha demostrado, según este editor, la amplitud del radio de acción que puede tener la cámara. Agrega que el público está cansado de las películas rodadas en interiores, con un escenario que se reduce a dos o tres aposentos y cuya acción se limita a interminables diálogos. El «cine» se asfixia en estos interiores, afirma Goldwyn, y debe salir al aire libre y buscar en la naturaleza, en los grandes panoramas, su esfera de labor. Si el público quisiera ver obras de escenarios limitados y de puro diálogo, iría al teatro, dice el aludido, no sin razón».
Maravilloso panorama, en efecto. Pero ¡ay!, el aficionado al «cinema» sabe por triste experiencia que todos los productores conocen el lado teórico y el lado práctico de su negocio. Y a la hora de trazar el programa «para la temporada próxima», todos, sin excepción, culpan al diálogo y a los interiores de la asfixia que padece el «cinema». Aunque en las películas que ellos nos presentan cada vez que llega la próxima temporada, encontremos más diálogo, más interiores y, naturalmente, menos acción que en las de la temporada anterior. Pero, en fin, como alguna vez tiene que ser verdad tanta belleza, ¿por qué vamos a negarle un crédito de confianza a Samuel Goldwyn? En realidad, él, como productor, no nos ha defraudado nunca.
Es interesante, en esto, advertir la analogía que hace la periodista, no sé si interesadamente o no, entre la figura del productor cinematográfico y la del editor del negocio periodístico: ¡si se fijan bien, pueden vérseles a ambos las mismas manostijeras!
Y, en realidad, ¿está hablando del cine y de su asfixia, en 1936, o lo está haciendo del periodismo y la suya, en 2015?