2 de febrero de 1936

Hay paralelismos excitantes entre el año de 1936 y el año de 2015. Podemos comprobarlo confrontando las portadas de la información nacional de, por ejemplo, La Vanguardia del domingo 2 de febrero de 1936, y la del mismo periódico hoy, 2 de febrero de 2015. 79 años después, España afronta unos comicios genesíacos en los que se dirimen dos cosmovisiones enfrentadas: la democracia, representada por sus frágiles y manifiestamente mejorables defensores socialdemócratas, centristas y democristianos; y los paladines del estatismo, esa nueva vestidura ambigua y grisácea, barnizada con la pez del tamiz contemporáneo (buenista y políticamente correcto) tras la que trata de enmascararse el totalitarismo de cuño moderno representado por comunistas, secesionistas de corte marxista en Cataluña y otros secesionistas de matiz conservador o xenófobo, en el caso del País Vasco o la misma Cataluña. Una coincidencia que podríamos llamar histórica, propiamente, es la del estado de fragilidad pública y división insoslayable entre las filas del Partido Socialista Obrero Español: si en 1936 su desunión provocó la deriva terminal del partido hacia las posiciones extremas del Partido Comunista con el consiguiente fenómeno de arrastre social hacia los predicamentos revolucionarios que carcomieron finalmente los pilares de la República, hoy se nos aparece un escenario con similitudes inquietantes aunque, paradójicamente, el Coup d´Etat dentro del PSOE pretenden darlo los alfiles del tablero democrático sobre el que se sustenta la forma de vida de los españoles de hoy, y no al contrario, como grosso modo sucedía en 1936.

Vamos a ir a La Vanguardia de antaño:

LOS PARTIDOS ANTE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES

Están ya casi ultimadas las candidaturas de los dos frentes

En la antevotación efectuada por los socialistas fueron derrotados los señores Besteiro y De los Ríos

Las juntas provinciales podrán proclamar candidatos a quienes sufren inhabilitación civil 

La derrota del señor Besteiro y de sus amigos en la antevotación efectuada por la Agrupación Socialista de Madrid para designar los candidatos del partido que han de luchar por la capital ha sido la nota sensacional del día. El hecho de que la tendencia que representa el señor Besteiro se halle en minoría dentro del Partido Socialista era ya harto conocida, pero se esperaba que, teniendo en cuenta la alta jerarquía intelectual y política del ex presidente de las Constituyentes, sus adversarios socialistas depusiesen la hostilidad que le profesan, designándole candidato. El resultado de la votación ha puesto de relieve cómo la fracción revolucionaria del partido, que es la más numerosa, no está dispuesta a transigir, e impone a la masa su orientación y su propósito. El síntoma revela el estado de división profunda en que se halla el Partido Socialista, regido por una Ejecutiva contra la cual están colocados abiertamente el señor Largo Caballero y su fracción, que, por lo que se está viendo, son los que cuentan con la influencia y con los votos. Se cree que con una oportuna intervención diplomática de los que actúan dentro del partido de elemento conciliador podrá conseguir que el señor Besteiro sea reelegido en la segunda antevotación que hay que celebrar para designar dos puestos que no obtuvieron el quórum establecido por el reglamento de la Agrupación madrileña. Pero, aun suponiendo que esto se logre, el señor Besteiro no podrá ya ostentar el cargo, caso de que logren triunfar los izquierdistas, con la plenitud de autoridad con que se deben desempeñar las funciones públicas.

Me resulta sencilla de establecer la comparación entre Besteiro y Pedro Sánchez, al menos en lo puramente institucional: ambos son, ayer y hoy, los caput familias del PSOE antes de iniciar el rush final de la campaña electoral. Lo que ayer eran antevotaciones, hoy son primarias, término nuevo, aprehendido del inglés, que viene a denominar más o menos el mismo procedimiento interno: el cambio es una mera veleidad de los tiempos, tan distintos en el continente como semejantes en el contenido. Igual que el vocabulario con el que el periodista se refiere a la situación de choque intestino en el PSOE de 1936 contrasta con el que hoy, tanto periodista como político -ambos mimetizados en el lenguaje, quizá por la simbiosis establecida entre uno y otro en el panorama coetáneo de los asuntos públicos- usan sobre todo para describir rudamente la situación: arriba se habla de fracciones, se usan verbos como transigir, imponer, sustantivos como hostilidadminoría y adjetivos tan nítidos como revolucionario izquierdista: no debe sorprender el uso de éste último en el contexto dramático de febrero de 1936, en un momento en el que la República, sistema avanzadísimo respecto al que regía en España en 1930, por decir algo, era considerado burgués y por lo tanto obsoleto, insuficiente, moderado (como sinónimo de malo) y en definitiva susceptible de ser derribado por las corrientes marxistas que dominaban como por efecto telúrico el conglomerado de fuerzas políticas que terminarían ganando las elecciones bajo el nombre de Frente Popular. Corrientes, naturalmente, ansiosas por repetir en España lo hecho en Rusia durante la revolución de octubre de 1917; no en vano, deja de sorprender el uso de apellidos tan poco sutiles como socialistas de derechas que ya comenzaban a pronunciarse en boca de quienes, bajo la irresponsable dirección de Largo Caballero, empujaban al PSOE hacia los brazos del PC y, por ende, del Komintern moscovita.

Pero estábamos contrastando, y perdonen la digresión.

«Si hacen un repaso conmigo verán como en el PP se enfrenta normalmente a Aguirre con Rajoy, en IU a Cayo Lara con Garzón y en Podemos a Echenique con el propio Pablo Iglesias», ha dicho. «En realidad en la política española y sobre todo en el ecosistema madrileño está muy lleno de este tipo de especulaciones», ha manifestado.

Preguntado si considera desestabilizador someter a Pedro Sánchez a unas nuevas primarias, el también alcalde de Toledo ha manifestado que el compromiso de Sánchez es convocar primarias y acudir él como secretario general porque, según ha reconocido, querer ser candidato a la Presidencia del Gobierno «va implícito en el cargo».

Así reseña hoy en su edición digital La Vanguardia las palabras de Emiliano García-Page, secretario general del PSOE en Castilla-La Mancha. Compárese el uso de verbos, adjetivos y sustantivos, tan refinados, tan rebuscados, tan, digámoslo, higiénicos: todos sellados con la saliva socialdemócrata de lo correcto, del látex jesuítico que es como la marca de Caín de esta gente, que sigue hablando como si los bárbaros no estuvieran ya a las puertas de Roma. Todo tan hipoalergénico, en franco contraste con la descripción tan noble y honesta del periodista en 1936, que expone los hechos tal y como son. Hoy sólo se atrevería a hablar así, a explicar la cama tan evidente que Susana Díaz intenta hacerle desde su castillo feudal de Sevilla al secretario general electo de su partido, la portera mientras limpia el zaguán del edificio. ¡Para esto hemos quedado los relatores de la realidad!

Y, como apunté antes, nótese la paradoja: Besteiro, un tipo culto, representante del ala moderada -y por ende, democrática, del socialismo español de 1936, afecto al régimen republicano que era lo único que no importaba a nadie en 1936- es el trasunto de Sánchez hoy. Sánchez, un líder intelectualmente menor, marginal podríamos decir, a tono con los tiempos no obstante, quien ocupa la misma posición regia en el ajedrez socialista en una coyuntura parecida a la de Besteiro pero que, ay, se debate entre el embeleso de los leninistas de la Complutense y su propia indefinición rayana en la nadería política. Si antes querían darle jaque al rey socialista los enemigos de la libertad, hoy, fíjense lo que es España, es otra política menor, culturalmente insignificante pero hecha en la guardia pretoriana del gobierno más corrupto de las democracias occidentales contemporáneas (el andaluz) la que se empeña en dar el mate erigiendo la maltrecha bandera de la lealtad al parlamentarismo vigente todavía.

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