¡Casi no llego! Y es que, amigos, ser un parado, un desocupado, un unemployed, qué bonito y eufemístico es siempre el inglés, eh, llamándote con caridad de pastor evangélico no-empleado en lugar de la alusión a la quietud del castellano, síntoma evidente de la rudeza espiritual del idioma ibérico; ser eso, queridos míos, no significa tener tiempo para todo. Vivo en un lugar donde el tiempo ajeno no es valorado con un respeto, por decirlo así, especial; de manera que cada cual hace de su capa un sayo y de la tuya un mantón de Manila: si arguyes que algo no lo puedes hacer por no disponer de momento, ganas o puritita voluntad de hacerlo, puedes esperar de todo menos comprensión o, acaso, discreta aceptación de la negativa. ¡Ah, qué cosas tengo, a veces creo incluso que vivo en Europa! La cosa es que mira qué horas son, y yo sin diseccionar alguna pieza informativa de hace 80 años. Bueno, como late en mí una prudencia genética, sin duda reflejo de inveterado de mi gens de labriegos y agricultores, me dio lugar esta mañana a ojear una noticia en La Vanguardia del martes 21 de enero de 1936. Me encuentro con que el hecho, a fuer de ser el más interesante -por lo variado con respecto a los últimos días reseñados en el blog- de los leídos, también es el más espectacular por lo que relata: la muerte del rey de Inglaterra, Jorge V. Noticia que tendría una repercusión de gravedad en el plazo histórico inmediato, pues a su heredero le sucedió rápidamente su hermano en mitad de la II Guerra Mundial y todo eso. Véanse El Discurso del Rey y así abreviamos. La cosa es que, ¡no tengo con qué compararla! Así que hablemos de ella.
El imperio británico en duelo
EL REY DE INGLATERRA HA MUERTO
La vida del Soberano se extinguió apaciblemente minutos antes de medianoche. – La noticia del fallecimiento del Rey ha producido una profunda consternación en todo el país
Ante la muerte del rey Jorge de Inglaterra
En su residencia de Sandringham, rodeado de su augusta familia, envuelto en la silenciosa, angustiada y unánime emoción de sus súbditos, ha fallecido el rey Jorge V de Inglaterra. Ese hombre intachable, modesto, de costumbres sencillas y puras; ese soberano que era la encarnación máxima, la representación real de las virtudes colectivas de su patria, desaparece en un momento solemne, en un momento histórico, no sólo para la vida del país cuya corona ceñía, sino también para toda Europa, y esto da a su muerte una significación más profunda, pone más de relieve el alto y grandioso destino de este monarca, que tuvo que revelar su poderosa personalidad no en el curso tranquilo de una Historia próspera, de un dorado e imperial aislamiento, sino ante los más grandes conflictos internacionales, y las más vastas dificultades internas.
Extracto aquí sólo las primeras frases de este editorial, destacado de las notas informativas por estar escrito en cursiva; editorial pomposo y redundante que más bien parece dedicado a la muerte de Pericles. En lo menudo es donde está la sustancia. Destaco algunos breves, que hoy llamaríamos tuits y que sin duda constituyen un verdadero timeline de los acontecimientos:
ULTIMOS MOMENTOS DEL REY DE INGLATERRA
A primera hora de la noche, las noticias sobre el estado del Rey revelaban ya un profundo pesimismo
Sandringham, 20. -El boletín médico de las 17:30 horas dice que el enfermo ha perdido fuerzas. -Reuter
(Exclusivo de «La Vanguardia») Londres, 20 (Urgente, 21´28). -Acaba de publicarse el siguiente comunicado oficial: «La vida del Rey se extingue lentamente». -Reuter
(Exclusivo de «La Vanguardia») Sandringham, 20. (urgente, a las 22:15) -Circula el rumor de que el Rey se encuentra en estado desesperado. – Havas
(Exclusivo de «La Vanguardia») Sandringham, 20. – El príncipe de Gales, el duque de York, el duque de Kent y la princesa real están reunidos con el arzobispo de Canterbury en la pieza contigua a la habitación donde agoniza el soberano británico. Centenares de personas, con la cabeza descubierta, esperan ante las rejas del Parque de Sandringham la noticia de la muerte. Numerosas mujeres lloran arrodilladas en plena calle. – Reuter.
¡Numerosas mujeres lloran arrodilladas en plena calle! Qué descripción tan norcoreana, tan propia del relato actual de alguna muerte parecida en los fósiles dictatoriales que van quedando del comunismo en el mundo. No se me escapa la división clasista de la última pieza: arriba, los nobles reunidos, la casa del rey esperando circunspecta el final, con la mención al clero como modo de subrayar la condición del monarca británico como jefe de la Iglesia Anglicana; el pueblo, abajo, «con la cabeza descubierta» -esa circunstancia hoy sería soslayable. Vamos, que nadie caería en ella, puesto que llevar la cabeza cubierta es, qué cosas tiene la vida, lo noticiable-.
En todos los títulos, antetítulos y subtítulos, palpita un tremendismo augusto que todavía no se ha ido del todo en la prensa general, al menos en la española: al hablar de lo regio, aún hoy nuestros cronistas se palpan el apéndice trascendental, y se ponen más serios de la cuenta. «La vida se extingue», me parece hermoso, bella metáfora, mucho mejor que nuestra aséptico «se muere» pero, por lo lírico, también menos recomendable: ¡mucho menos! Es más apropiado para con la veracidad de la naturaleza hablar de muerte que de extinción, aunque en este caso concreto, por la manera de fenecer, el verbo reflexivo puede librarse con el salvoconducto semántico. No así el «estado desesperado». ¿No nos remite eso a una situación de emergencia tal que es inimaginable considerarla propia de un anciano que transita por su lecho de muerte?
Luego, para terminar, quiero que miren el sesgo sinecdótico con el que está narrado el acontecimiento: El imperio británico en duelo. ¡Todos, hasta el último súbdito!