En el ABC del 18 de enero de 1936 viene una noticia muy interesante, porque más que un relato de la realidad, es un presagio y un síntoma: testimonio de cuál era la temperatura social en España y vaticinio de lo que estaba por llegar tan sólo unos meses después. Es una noticia que bien podría venir en nuestros días en las páginas de Internacional de cualquier diario, hablando de Venezuela.
AGITACION SOCIAL Y PERTURBACION DEL ORDEN PUBLICO EN ESPAÑA
En Madrid
Unos pistoleros tirotean a un obrero, dejándole gravemente herido
Ayer, a última hora de la tarde, se cometió un nuevo y alevoso atentado de carácter social, del que resultó víctima un obrero llamado Laureano Montero, de cuarenta y cinco años, que vivía, en unión de un hermano suyo, en la calle de Elvira, número 9. La víctima trabajaba actualmente en una obra en construcción sita en la calle Jorge Juan, y ayer, al finalizar el tajo, abandonó la obra y se dirigió en busca de su citado hermano, también jornalero y operario de la misma Empresa. En seguimiento de la víctima iban dos individuos desconocidos, que cuando se encontraron a alguna distancia de la referida obra, hicieron contra el obrero varios disparos de pistola. Laureano cayó exánime al suelo, de donde fué recogido por varios transeúntes, en tanto que los agresores, una vez cometido el criminal atentado, se dieron a la fuga. El herido fue llevado a la casa de Socorro de la Fuente del Berro, donde los médicos de guardia procedieron a practicarle una cura de urgencia, y en vista de la gravedad de su estado, ordenaron que fuese trasladado al Equipo quirúrgico del centro. En la casa de Socorro se presentó a los pocos momentos el hermano del herido, que lo identificó y pasó luego a la presencia judicial para prestar oportuna declaración. El Juzgado de guardia se trasladó más tarde al Equipo quirúrgico, pero no le fué posible tomar declaración al herido en vista del estado en que se hallaba. Presentaba una herida en la región occipital, con salida de la masa encefálica, y otra en la región genital, de pronóstico gravísimo. Se ha comprobado que hace poco tiempo declararon la huelga todos los operarios de la obra de la calle de Jorge Juan, en su mayoría afiliados a la Unión General de Trabajadores y a la Confederación Nacional del Trabajo. En su consecuencia, el patrono decidió prescindir de tales elementos, y los substituyó por varios obreros afectos a la Falange española y otros de carácter libre. Ni la víctima ni su hermano pertenecían actualmente a ninguna organización ni social ni política. En los alrededores de la obra, y para prevenir esta clase de atentados, se había montado por la Dirección general de Seguridad un servicio de protección y vigilancia. Por esta causa los criminales a Laureano a la salida del trabajo y le siguieron hasta un lugar propicio para llevar a cabo a la agresión. La Policía trabaja activamente para dar con la pista de los autores del atentado, y se tiene la impresión de que pronto habrán de ser detenidos.
Incluso cuando yo era pequeño y me iniciaban en la escuela en esta cuestión del leer y escribir, todavía se debatía si era conveniente o no tildar las palabras escritas en mayúscula. Por aquellas fechas, hablo de mediados de los 90, se llegó a la general convención de que sí, de que las mayúsculas debían seguir el mismo régimen de acentos y tildes que las minúsculas. En los 30, es obvio, aún no existía tal convencimiento. Llama la atención, durante toda la pieza, del uso de los adjetivos: alevoso atentado, criminal atentado, oportuna declaración. Con ellos, decididamente, el periodista se arroga el papel de juez, y en consecuencia, juzga, modula y moldea el tono de la narración. Otros adjetivos, como exánime y gravísimo, son utilizados aquí para enfatizar los estragos del atentado, impresionando al lector, epatándolo incluso: quién no se imagina al pobre Laureano cayendo con una expresión trágica esculpida por Bernini; se añade a esto la descripción gráfica de sus heridas, con la mención al trozo de cerebro desprendido a través del disparo en el occipital. No se hace, no obstante, la misma incisiva fotografía de la herida en la región genital, acaso porque esa es la última frontera del reportero: es más fácil empatizar, somatizar la descripción del balazo en las partes pudendas, que en la cabeza. ¿O no?
Atrae por sorprendente la sinécdoque El Juzgado de guardia se trasladó, por contrastar con el significado establecido hoy: no se mueve el Juzgado, al que se le atribuyen cualidades inmobiliarias, sino el Juez. La confusión entre titular y titularidad es cuando menos curiosa. También es intrigante la catalogación que se hace en la primera línea del atentado: es un acto criminal de orden social, y esto nos lleva directamente al contexto turbulentísimo del momento histórico en España. Los crímenes tenían apellidos y por ahí, ya lo sabemos bien, comienzan a colársenos justificaciones. Parece que la del pobre Laureano viene dada al final: era un obrero que había llegado para relevar a unos huelguistas despedidos, por lo tanto era un esquirol; y además, sin filiación política. Hay un relato muy poderoso de Manuel Chaves Nogales sobre esta cuestión. Está en A sangre y fuego y su protagonista es, también, un trabajador de carácter libre. Léanlo y sabrán lo que digo.
Contrasta también, con el periodismo contemporáneo, la implicación emocional, si se quiere, del periodista en la redacción de la noticia: en todo momento, los que disparan son criminales, alevosos, como bien se pudo comprobar al principio, y seguramente de ideología política extrema (izquierdista) como se desliza -discretamente- tras la mención de la huelga; hoy, por ejemplo, viene una noticia sobre un tiroteo en Estados Unidos. Los criminales, quizá por esa corrección impuesta al lenguaje del redactor, han pasado a ser autores de los disparos, que es más aséptico y técnicamente certero.