El Madrid ha alumbrado un subgénero. A partir de la narrativa tan mitológica de las remontadas, ese constructo edificado en torno al Bernabéu y la Copa de la UEFA en los 80, por la propia sucesión ininterrumpida de acontecimientos que es el fútbol -semejante al cauce de un río; nunca cesa y jamás te bañarás dos veces en el mismo fútbol- ese género se ha chamuscado por las esquinas. Se ha vuelto manido, a un paso del cliché. De modo que hoy ya, podemos decirlo con claridad, tenemos su subgénero: las remontadas fallidas del Madrid. Yo he visto unas cuantas. Todo debió empezar con aquella contra el Zaragoza, en 2006, tras el 6-1 de La Romareda. Ahí se desenterró a Juanito. En balde, por supuesto. El Madrid ganó 4-0 cuando debió hacerlo por 5-0 y desde entonces la representación teatral se desarrolla según un mismo canon: la prensa parásita se hace una foto con la momia de Juanito, al autobús del Madrid lo reciben cientos de personas tocando el tam tam, el Bernabéu se caldea y el Madrid se vacía en la moqueta, pero al final el rival pasa de ronda. La epicidad es emocionante y a pesar de lo redundante y autorreferencial que es el subgénero en cuestión, el madridista acaba dejándose atrapar por esa mística de baratillo que explota las debilidades emocionales del aficionado, en un tipo de amarillismo balompédico sólo justificable a posteriori, si se gana. Anoche no se ganó. El Atlético de Madrid quebró de un tajo limpio el apéndice enfebrecido del Bernabéu aprovechándose de una disparatada acción de Pepe, quien decidió arriesgarlo todo en la anticipación como si aquello fuese el minuto 93 de la final de la Copa de Europa. Griezzman agradeció el obsequio centelleando sobre el área de Keylor. Avistó a Torres en el segundo palo y le metió una bola a media altura que Ramos se tragó no sé si porque estaba frío, o no creía necesario asegurar la marca del delantero contrario. Al fin y al cabo, pensamos todos, es Torres. Pero hasta un tuerto puede pegarte un tiro si le dejas apuntarte a medio palmo de tu cara sin mover un músculo para defenderte.
El Madrid había tirado la eliminatoria. No obstante y a pesar de que sólo eran los octavos de final de la Copa del Rey, el equipo de Ancelotti, el de gala, el lujurioso campeón de los 22 triunfos, se aplicó a un embate colérico de las murallas atléticas. Simeone lo tenía todo donde quería: a su equipo defendiendo en dos líneas, prietos y articulados como una falange tebana, sin conceder ni un milímetro pero muy subido al mentó de Oblak. En esto se atisba un rayo de esperanza para el futuro madridista: Isco, Kroos y James consiguieron batir líneas por primera vez frente al Atlético con una facilidad más o menos evidente, de manera que Ronaldo y Bale, bien abiertos a los lados, estrujaban a sus adversarios hasta la frontal de la chica. Aunque no había limpieza en las jugadas, y los centros muriesen en la cabeza de esos dos jenízaros inabordables que son Godín y Miranda, el Madrid germinaba situaciones multitudinarias y revoltosas que en fútbol, con el empeño de percusión suficiente, pueden acabar en gol. Fueron los mejores minutos del Madrid en lo que va de 2015: se combinaba al primer toque, se gestaban transiciones velocísimas en la bombilla del área atlética, se incidía por fuera y también por dentro. Carvajal y Marcelo destacaron en los desbordes y entre tanto Isco arremolinó en torno a sí toda la fuerza telúrica del partido. Controlaba, entregaba, se ofrecía dos metros por delante y abría a un lado u otro: era magnético su juego, verdadero pulso del Madrid anoche, con una zancada tan poderosa que no se la recuerdo más que a Redondo y a Zidane. La verticalidad franciscana tenía ayer, y tiene desde que falta Modric, el reverso gris de las conducciones largas. Pareciera a veces como que Alarcón no la suelta y que eso facilitara al contrario su marcaje y el robo peligroso en medio campo. Achaco este problema, en todo caso, a la cuestión de origen: falta Modric e Isco ha de asumir un rol medular en el Madrid, rol para el que sus cualidades de trescuartista definidor le lastran en la distribución rápida y el la quita eficaz. Empató el Madrid con gol de Ramos y pudo meter alguno más. El Atlético resistió con tenacidad lo que para cualquier otro equipo del mundo hubiese sido una demolición: no en vano, para eso son los campeones y uno de los tres mejores equipos de Europa en este momento.
Creo que ambos equipos van ahondando en sus respectivos caminos, digamos, colectivos, desde su último enfrentamiento en Lisboa, la temporada pasada. Desde aquel Madrid, y más con la llegada de Kroos y James, Ancelotti viene apuntalándose en la idea más o menos general del control dinámico del balón, de crecerse desde la superioridad tanto numérica como posesiva de la pelota puliendo la naturaleza melódica de sus jugadores y abandonando el repliegue y la contra al cajón de los recursos coyunturales; el camino de Simeone es parecido al del año pasado pero, paradójicamente, mejorado por una cuestión: si bien en la posición de 9 son peores hoy que ayer, en el puesto de segundo delantero (tan básico en el esquema de Simeone, sobre todo para zaherir al Madrid) han dado un salto cualitativo en la figura de Griezzman, artífice de que los espacios entre centrocampistas y centrales del Madrid sean una verdadera cloaca cuando se enfrentan al Atlético. Griezzman, y Arda, son zapadores: Simeone los lanza por entre las líneas madridistas y Gabi o Mario, y Koke, tiran escalas por encima del muro de Kroos apoyándolas en el francés y el turco; de manera que la defensa tan adelantada, confiada a la pisada de Tyranosaurio de Peperramos, se encuentra con un agujero en medio que penaliza muchísimo sus excesos en tres cuartos de cancha propia. Aunque hoy todo el mundo crea en Varane como la kriptonita para la deficiente actuación de los centrales del Madrid anoche, hay que destacar que son Pepe y Ramos quienes han posibilitado al Madrid jugar con la solidez hegemónica con la que lo vino haciendo desde septiembre hasta diciembre de 2014. Sin embargo, yo apenas sé de esto sino lo que veo. En Ecos del Balón sabrán decir bien qué es lo que ocurre, pero yo intuyo que Simeone planteó esta temporada como una prueba con la que minar la moral del Madrid en el choque directo multiplicando a su favor los flancos descubiertos del esquema de Ancelotti. Esquema que sirve para imponerse a todos los equipos del mund y especialmente, al Bayern y quizá al Chelsea, pero que con este Atlético se muestra ineficaz sobre todo sin Modric. El subgénero de las remontadas fallidas tiene ya otro episodio memorable y uno se pregunta si toda la panoplia literaria de la épica y la mística no es mejor reservarla para cuando haya que conquistar Tenochtitlán. Aguarda el Madrid el regreso del niño de Zadar con impaciencia; espera también que a Benzema le salgan buenos presagios en sus sacrificios bereberes matutinos, y pueda encontrar la llave de la cerradura que se dejó olvidada en Marrakech. Con ellos dos, el Madrid tiene menos que temer, a pesar de Ronaldo.