El ABC de Madrid del día 2 de enero de 1936, jueves, vendido a 15 céntimos el ejemplar, contaba en su sección de noticias internacionales el accidente del City of Kartoum, un avión trimotor de la Imperial Airways británica. Por estar viviendo en estos días el desenlace de un suceso similar, el del avión malasio desgraciado en Indonesia, me ha parecido conveniente elegir esta noticia para compararla con la del hecho actual. De esta manera podremos advertir las similitudes y las diferencias entre el tratamiento del hecho luctuoso entonces y ahora.
El «City of Kartoum» cae en el Mediterráneo oriental y perecen doce pasajeros
La primera noticia. El avión se dirigía a Alejandría
Londres I, 10 mañana. Se anuncia que el avión de la Imperial Airways City of Kartoum cayó anoche en el Mediterráneo. De los cuatro miembros de su tripulación, sólo el piloto, Wilson, ha podido ser recogido hasta ahora. Se ignora el número de pasajeros que conducía el aparato. El avión había emprendido el vuelo en Mirabella (Creta) por la tarde, y a las cinco y veinte anunció que iba a aterrizar en Alejandría. Como no se tuviera ninguna noticia a partir de dicha hora, un destructor y un avión de la compañía salieron en su busca. A las once de la noche, el destructor Brilliant informaba que había recogido al piloto. Poco después se encontraban los restos del aparato.
Aparecen los restos del avión
Alejandría I, 11 mañana. Se han descubierto a seis kilómetros al Suroeste de Alejandría los restos del avión City of Kartoum.
Una información sobre la catástrofe
El Cairo I, 11 mañana. Representantes de la Imperial Airways y del ministerio del Aire, han salido esta mañana para Alejandría con objeto de llevar a cabo una información sobre la catástrofe del avión City of Kartoum.
Vuelos de reconocimiento infructuosos
El Cairo I, 11 mañana. Los vuelos de reconocimiento efectuados por la aviación militar egipcia para encontrar a los aviadores Sainte-Exupery y Provost no ha dado ningún resultado.
El piloto se ha salvado
Londres I, 11 mañana. El número de víctimas a consecuencia del accidente del avión City of Kartoum, que cayó al mar a la altura de Alejandría, cuando se dirigía a esta ciudad, procedente de Grecia, se eleva a doce, es decir, doce pasajeros y tres miembros de la tripulación. El único superviviente es, por lo tanto, el piloto. Entre las víctimas figuran dos ingleses.
Según parece los tres motores del avión se pararon al mismo tiempo
Londres I, 12 mañana. El Almirantazgo ha confirmado a la Prensa que el hidroavión City of Kartoum se hundió en el mar aproximadamente a dos kilómetros y medio al Noroeste de la entrada del puerto de Alejandría, quedando un solo superviviente, el piloto Wilson. Ha manifestado que «no habiendo aparecido el aparato naufragado, y en vista de las noticias facilitadas por el piloto, no hay duda de que el hidroavión se ha hundido en el mar». La caída del aparato es debida aparentemente, a que los tres motores se pararon al mismo tiempo. Se están haciendo operaciones para localizar el punto del naufragio, pues la Compañía Imperial Airways pretende recoger cuanto antes el aparato. Las víctimas de la catástrofe incluyen a tres miembros de la tripulación, y nueve pasajeros, incluyendo a dos procedentes de Atenas, cuyos nombres no han sido aún determinados con exactitud. –United Press.
Los restos del «City of Kartoum» han sido hallados
Londres I, 12 noche. Los restos del avión City of Kartoum han sido hallados a dos kilómetros del puerto de Alejandría, a 13 brazas de profundidad. Hasta ahora se ha logrado sacar dos cadáveres.
Características del avión
Londres I, 10 noche. El avión City of Kartoum estaba de servicio en la línea Brindisi-Alejandría y había efectuado numerosas travesías en el curso de los últimos cinco años. Podría transportar quince personas gracias a sus 1.500 caballos de fuerza de sus tres motores. Durante el viaje que terminó tan trágicamente, emitió regularmente radiogramas indicando que todo iba bien. En el último decía que el aparato recogía su antena para amarar en Alejandría, por lo que se esperaba su llegada de un momento a otro. Al ver que no llegaba, comenzaron las pesquisas.
La noticia arriba enlazada del mismo diario ABC, pero de su edición digital de hoy, 2 de enero de 2015, sirve para el mismo propósito que la aquí desglosada de 1936: ambas son análogas cronologías. La principal diferencia radica en el espacio. Mientras que en una misma página se daba cuenta de la noticia (el accidente) y del posterior desenlace (la búsqueda de supervivientes, el rescate del piloto, el rastreo de los restos, su postrer hallazgo), hoy todo eso ocupa en sí mismo una noticia independiente en cada una de las ediciones (digitales e impresas) del diario ABC desde el domingo 28 de diciembre, fecha de la catástrofe.
He aquí algo importante: mediante teletipos de otras agencias y de los propios corresponsales en Londres y Egipto, el diario va haciendo constar en notas breves la última hora de la noticia. Dada la abismal diferencia tecnológica entre 1936 y 2015, el lector no tenía entonces certeza ni del accidente a tiempo real, ni de las pesquisas realizadas después. De manera que sin Twitter, sin Facebook, sin webs actualizadas cada tres minutos, al que compraba el periódico el día 2 por la mañana le llegaba el suceso ya narrado: un relato perfectamente empaquetado, limpio, preciso, y sobre todo, cerrado, completo. Ahora, los ciudadanos asistimos al proceso mismo de la narración, somos partícipes de esto, y por lo tanto las posibilidades de confusión y desorientación informativa han crecido exponencialmente. Esta pulsión de saber, que no de conocer puesto que el conocimiento implica un mecanismo de aceptación primero de la ignorancia (el hombre moderno no está dispuesto, jamás, a asumir que no sabe de algo, por nimio que sea de lo que se trate) y un procedimiento -de duración incierta- de aprendizaje y asimilación (algo inasumible para el lector de hoy, habituado a la fast-truth y la digestión brevísima) después; de manera que los medios, adaptándose al nuevo ecosistema de las cosas, hecho por individuos del mismo mundo que reclama con ansiedad desquiciada saberlo todo y saberlo ya, están urgidos por esa demencial premura y publican la pared de la noticia con la mezcla todavía fresca y el hormigón sin asentar. El periodista ha perdido el control del mensaje.
La ventaja de la web es que las noticias ya no son unidades interdependientes sino ventanas de hipertexto. En un mismo link hay once noticias relacionadas sobre el accidente aéreo en Indonesia: más allá de la mera sucesión de acontecimientos, hay perfiles sobre la compañía, comentarios ahondando en el número de accidentes registrados por compañías malasias en 2014, y un cúmulo, en definitiva, de textos abotargantes que generan un cierto desasosiego en el lector, que acaba cerrando la web sin leer más que el titular con la certidumbre de que en el próximo avión en que se monte ocurrirá algo malo.
Estilísticamente, destacan dos cosas: el abusivo recurso del campo semántico de siniestro (palabra ausente en todas las piezas de la noticia del City of Kartoum) y el amparo cierto que el periodismo de sucesos encuentra siempre en la caja negra.
Lo de siniestro es gracioso: etimológicamente, no es más que la designación del lado izquierdo, aunque su relación con el campo semántico de la desgracia o la infelicidad viene de algo tan esotérico como la raíz misma del alma humana. En noticias como la del avión malasio es normal encontrar el texto plagado de siniestro, siniestrado, siniestró, siniestralidad, etc. El retroceso léxico queda patente: en la noticia del City of Kartoum, se pueden leer las palabras cae, perecen, o catástrofe. Ninguna relacionada con siniestro.
Hasta 1950 no había registradores de vuelo en los aparatos, de manera que es comprensible esa ausencia. Esta circunstancia obligaba al periodista de 1936 a atender a la fuente humana: el testimonio del piloto, único superviviente, que es la base de las declaraciones oficiales de ministerios y compañías. Lo que dijera el piloto era, literalmente, lo único a lo que todos, desde autoridades a quiosqueros, podían atenerse. Es curiosa también la circunstancia de que en 1936 la fuente primaria y casi absoluta, sobre todo en asuntos como éste, era oficial: el Almirantazgo británico, el Ministerio del Aire, la aviación militar egipcia o la propia compañía Imperial Airways. Hoy, todo el relato sobre el vuelo de Air Asia comenzó con un: según medios locales.
Ahora, además -y por suerte, sabemos que la memoria humana no es más fiable que la retina mecánica- tenemos un artefacto que si bien no es infalible (ninguna obra humana lo es, puesto que algo imperfecto como el hombre jamás podrá reducir a cero la imperfección de las cosas que cree) sí tiene una capacidad de acierto elevadísima y alumbrará, por ello, muy probablemente, las causas del accidente. Como a veces es imposible adquirir con certeza la verdad de los hechos, el periodista no encuentra obstáculo para dar pábulo a historietas que estimulen la imaginación de sus lectores con párrafos como éste, del primer link que uno puede encontrar a la derecha de la última noticia acerca del avión malasio en el ABC de hoy:
Los investigadores creen que el vuelo MH370 se desvió de su rumbo y acabó estrellándose por falta de carburante en un remoto lugar del sur del océano Índico, pero todavía no han encontrado ningún resto que confirme o desmienta la hipótesis.
Por último, quiero destacar a modo de anécdota que hoy, como ayer, de entre todas las víctimas, las británicas tienen como un prurito de gravedad mediática: destacó ABC que el Almirantazgo confirmó la muerte de dos de sus ciudadanos; reseña hoy ABC también que en el vuelo de Air Asia (compañía de «bajo coste» como si en ese sintagma estuviera la clave del accidente; ya saben, aquello de que el asesino era «tímido y asocial») había un inglés, según el Foreign Office. En 2015, por suerte, se dan los nombres completos de las víctimas: una azafata de Air Asia, Khairunisa Haidar Fauzi, de la que conocemos la edad; mientras que del afortunado piloto inglés superviviente del desastre del City of Kartoum, la posteridad conoce solamente que se apellidaba Wilson, como el balón de voley de Tom Hanks en Náufrago.