El 30 de diciembre de 2013, Susana Díaz emitió urbi et orbe un discurso de fin de año. A la manera tradicional del Jefe del Estado, la Junta venía haciendo esto desde hacía algunos años. Bajo el engolado índice de mensaje institucional de Fin de Año, la presidenta de la Junta de Andalucía apareció en el Patio de los Leones de la Alhambra granadina de pie, quién sabe si para demostrar que, efectivamente, el movimiento se demuestra andando. Desconozco si otros presidentes autonómicos emulan discursos así; siempre me pareció, como poco, audaz que un gobernador federal se arrogara esta prebenda narrativa cuyo privilegio se liga, en la opinión pública, a la condición superior de la máxima institución del Estado. No obstante estas cuestiones de orden estatutario no tienen aquí mucha importancia: fíjense en Susana. La cámara baja en un plano contrapicado desde los elaboradísimos labrados nazaríes al suelo, y luego se abre para ir acercándose a la presidenta; quien de pie, en traje femenino azul cobalto, viene caminando hacia el espectador gesticulando -¡la expresividad andaluza!- y tañendo ya ese acento sevillano tan cansino, tan felipista, esa aspiración sorda de las consonantes que ha terminado siendo el único sello de denominación de origen que le ha quedado al socialismo en España. Con los leones de Boabdil contemplándola, una Susana en apariencia humilde (llevaba apenas unos meses en la jefatura del Gobierno autónomo andaluz) nos rompía su speech aludiendo al milenio del Reino de Granada: primer chasco histórico. Pasada exitosamente la aduana local -la loa a la aldea de turno: en eso, los políticos andaluces son de entre los españoles los mejores- Susana serpenteó con morosidad sobre los temas manidos: el paro, lo bonita que es Andalucía, los recortes, las mujeres andaluzas, el caudal humano de nuestra tierra, etcétera. No faltaron los lugares comunes: la generación mejor formada de la Historia, el inconformismo de los jóvenes andaluces (muchos de ellos encuentran la salvación en el neo-leninismo amable de un puñado de funcionarios públicos: ¡qué gallardía!) y la corrupción. Seré implacable decía Susana. Teniendo en cuenta que ella es la fruta más granada de la nodriza más grande de género podrido que ha dado la democracia española, no deja de ser interesante ver qué es lo que tiene que contarnos hoy la presidenta de la región más poblada de la península: región especialmente atractiva para observar de cerca el comportamiento del PSOE y de Izquierda Unida, y muy singularmente, para monitorizar la actividad de agitación y sinergias entre las distintas plataformas neo-comunistas. De cuyos resultados podremos tener, quién sabe, réplicas a escala mayor en el resto de España. Mañana tendrán cumplida cuenta aquí de lo que nos depare el discurso de este gran constructo mercadotécnico que es Susana Díaz.
En otro orden de cosas, me he propuesto iniciar con el año nuevo un pequeño juego. Dado que ABC y La Vanguardia conservan una caudalosa y bien estructurada hemeroteca digital, cada día seleccionaré una noticia en sus buscadores: siguiendo la línea temporal, tengo intención de cubrir el año de 1936 comentando arbitrariamente noticias largas y cortas, de cualquier género y naturaleza. Si logro conjugar bien el empeño con la tarea laboriosa de comparar dichas noticias con las que se vayan produciendo a tiempo real durante todo 2015, nos puede quedar un divertimento muy entretenido.